EL HECHIZO DEL CASCO HISTÓRICO DE SAN ISIDRO: LA "COLONIA" BAJO PERFIL DE AQUÍ NOMÁS

 

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El casco sanisidrense está lleno de casas coloniales, algo que – salvo San Telmo – es prácticamente inhallable en la orilla argentina del Río del Plata.

 

 EL HECHIZO DEL CASCO HISTÓRICO DE SAN ISIDRO: LA «COLONIA» BAJO PERFIL DE AQUÍ NOMÁS. POR VALENTINA RUDERMAN. FOTOS: PAULA ELEOD.
CIUDAD COLONIAL SIN TOMARSE EL BUQUEBÚS

Hacer una escapada a Colonia del Sacramento, aunque sea por una tarde, resulta mucho más natural para los porteños (en porteños no incluimos a los zonanortenses, claro) que dedicarse un día del fin de semana a recorrer las calles en zig zag del casco histórico de San Isidro que se fundó en 1706, solamente 26 años después que su par uruguayo.
Si bien de este lado del río las casonas y las calles empedradas no cuentan con el plus del chivito, despliegan el mismo encanto, casas con nombre propio y esa sensación inmediata de estar caminando por otro siglo, a pesar de no vestir chaquetas y trajes largos de encaje. Maleva recorrió las veredas de una de las ciudades más antiguas del país para tentar a sus lectores a que viajen en el tiempo sin tener que sacar un pasaje. ¿Qué hay para ver entre las vías del Mitre, Primera Junta, Roque Sáenz Peña y el Río de la Plata?

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Ver el río desde arriba de la barranca, a 20 mins de la General Paz y sin cruzar en Buquebús, parece Colonia pero es San Isidro

«Hacer una escapada a Colonia del Sacramento resulta mucho más natural para los porteños que dedicarse un día del fin de semana a recorrer las calles en zig zag del casco histórico de San Isidro que se fundó en 1706, solamente 26 años después que su par uruguayo. Si bien de este lado del río las casonas y las calles empedradas no cuentan con el plus del chivito, despliegan el mismo encanto»

EL BARRIO DE LAS «CASAS ROSADAS» (SÍ, UNA DE CADA CINCO CASONAS TIENE ESE COLOR)

Mientras en capital casi la única fachada rosa chillón que se destaca es la de la Casa de Gobierno, en el casco una de cada 5 mansiones luce este color típico de las construcciones de 1800. Entre ellas, se destaca La Quinta La Porteña (Belgrano 839), que perteneció a Luis Vernet, primer gobernador de las Islas Malvinas y fue construida en 1965 siguiendo los planos del siglo XVIII. Con sus paredes gastadas y sus ligustrinas perfectamente acicaladas, presenta un contraste que cautiva a cualquiera que pase por en frente.
Si no nos conformamos con imaginar la elegancia desde afuera de las mansiones, el Hotel del Casco ofrece una experiencia lo más parecida posible a la que se podía tener en el cuarto de huéspedes de alguna de ellas dos siglos atrás. Ubicado en Av. del Libertador 16.170, cuando se hace finita finita y el empedrado se vuelve cada vez más rústico, solía ser una casa de veraneo (como tantas otras de la zona) construida en 1892. Hoy es un hotel de lujo con 20 habitaciones rodeadas de columnas y muebles clásicos de época con una galería soñada que se puede espiar desde la calle.

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Las fachadas rosas son un disintivo del San Isidro más viejo

«La sorpresa más grata del caminante quizás sean los miradores en las alturas que se llenan de parejas (más de un sanisidrense se dio su primer beso en alguno de ellos o en la barranca del Aguila ahí nomás ¿no?) y lectores que llegan en bici y se instalan horas sin ver pasar ni un auto.»

 

LA VISTA INCOMPARABLE DE LA QUINTA DE LOS OMBÚES Y EL ABANICO DE MARIQUITA SÁNCHEZ DE THOMPSON (ENTRE OTRAS CURIOSIDADES HISTÓRICAS)

La quinta Los ombúes (Adrián Beccar Varela 774) merece un capítulo aparte, no solo porque es aún más antigua que San Isidro y fue habitada por personajes históricos que van desde Domingo de Acassuso a Manuel Mujica Lainez, sino porque ante el look más selvático de otras de las casonas, esta presenta un parque impecable con la mejor vista de la zona, que además está abierto al público. Allí funciona el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico de San Isidro desde 2006, cuando todo se refaccionó para dejar la barranca y también el interior como nuevo. Además de la vista incomparable, el museo posee piezas curiosas como un reloj de bronce que había sido instalado hace exactamente cien años en la emblemática Plaza Mitre y un abanico de plumas de Mariquita Sanchez de Thompson que a pesar de tener más de un siglo mantiene brillantes sus plumas.

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Entrada a la histórica Quinta de los Ombúes

 

LOS MIRADORES MÁS ROMÁNTICOS ENTRE CALLECITAS DONDE TODO ES LLAMATIVO Y ENCANTADOR

Por el formato cuadrícula de la ciudad, pocas veces tenemos la posibilidad de “perdernos” en las callecitas sin saber qué espera a la vuelta de la esquina. En el casco histórico esto existe y resulta casi imposible llegar a destino sin tentarse de cambiar el rumbo cada 100 metros: todo es llamativo y encantador. La sorpresa más grata del caminante quizás sean los miradores en las alturas que se llenan de parejas (más de un sanisidrense se dio su primer beso en alguno de ellos o en la barranca del Aguila ahí nomás ¿no?) y lectores que llegan en bici y se instalan horas sin ver pasar ni un auto.

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Los miradores al río del casco ¡Spots románticos sanisidrenses si los habrá!

 

LAS ESCALINATAS Y LOS CREPES CON NUTELLA

A pesar de ser bien criolla, la zona tiene algo parisino en sus escalinatas que descienden al bajo (si achinamos los ojos podemos creernos que estamos en el barrio de Montmartre). Y ahora también tiene un rinconcito que le da un final al paseo típico de un día de caminata a la francesa: la crepería The Crepe Factory (25 de Mayo 183), que abrió hace dos meses y ya es un hit de la zona. En un pequeño salón con madera rústica en las paredes con menú escrito en tiza y estantes llenos de potes de Nutella. Hay salados (como el de brie con higos) y dulces clásicos como el de limón, azúcar y manteca.
 

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En los alrededores del casco hay localcitos gastronómicos divinos como esta crepería (¿algo mejor que un crepe con Nutella después de una caminata invernal?)

 «Ahora también tiene un rinconcito que le da un final al paseo típico de un día de caminata a la francesa: la crepería The Crepe Factory (25 de Mayo 183), que abrió hace dos meses y ya es un hit de la zona. En un pequeño salón con madera rústica en las paredes con menú escrito en tiza y estantes llenos de potes de Nutella.»

Para rematar, recomendamos atravesar la Plaza Mitre cuando se prenden los faroles y empieza a caer el sol en búsqueda de una cerveza tirada en el clásico pub John John (La Salle 489), una esquina con toques ingleses y vista a los árboles, tipas y tilos altísimos. ¿A quién hay que agradecerle por la vegetación? Otra vez, al visionario e inigualable Carlos Thays que trajo estas especies al país.
 

 

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