CUMBIA NENA: LA MÁGICA CUMPLIÓ DOS AÑOS






Por Santiago Casanello
Fotos: Matías Altbach
La cumbia es un género musical omnipresente. Es muy difícil caminar un rato por Buenos Aires y no escuchar en algún momento ese ritmo chi-chi-chi, chi chi chi, constante y metálico. Sale de los celulares en los colectivos, de adentro de los bares, del fondo de las verdulerías. Pero en los barrios de clase media es un sonido con algo de clandestino, de sonido colado que latiniza instantes de un territorio más rockero, popero, influenciado por la cultura europea. Un experimento revelador es notar cómo cuando uno se introduce en las entrañas del Conurbano – del primero, al segundo o tercer cordón – si va con una radio prendida (la del auto, por ejemplo) la cumbia, a medida que la General Paz va quedando atrás, se va metiendo de prepo, avasallante, en la frecuencia y las canciones electrónicas, en inglés, rockeras, melódicas (ese menjunje musical de las FM porteñas) se rinden, en retirada masiva, y no se captan más. Y la cumbia irrumpe a lo aquí mando yo, me aman. Y ahí sí, en las orillas de la gran ciudad, el chi chi chi, esa música que nació de orígenes difusos en las poblaciones afros e indígenas de las costas caribeñas de Colombia y terminó expandiéndose por toda la región es total, evidente y natural. Pueblo es cumbia. Y es una música por la cual la clase media siente – en general – cierta ajenidad o desprecio. Pero también dificultad de acceder a ella. Las mega bailantas con carteles flúos, maratón de bandas por noche, pibes y pibas y baldes de Fernet, se le aparecen como lugares imposibles. Pero como reza el dicho, si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Y este ritmo tropical, que no tuvo dificultad de conquistar miles de kilómetros de un continente tuvo la osadía de ir a buscar a los hijos de Palermo, Belgrano, Barrio Norte, Caballito y eso es la Mágica. Una fiesta cuyo slogan es “si no te gusta la cumbia, tenés que venir” y que se convirtió en un convocante fenómeno indie.
La crearon músicos de las bandas Los Labios y Fantasma y se realiza en pleno Palermo, en la discoteca onda ochentosa con paredes espejadas y mega barras de cuero rojo acolchado, Palermo Club, a metros de Santa Fe, sobre Serrano al 2000. Empezó como una fiesta para 200 amigos pero hoy, boca a boca mediante, llegó a un promedio de mil personas por edición y las entradas – que están aprox 40 pesos – hasta se pueden comprar con tarjeta de crédito. Se programa un grupo de cumbia clásica mainstream y también uno under. A lo largo de sus 25 ediciones pasaron por su escenario bandas y cantantes emblemáticos como Damas Gratis, Amar Azul, Daniel Agostini, Lía Crucet que se cruzaron con exponentes de la nueva escena “Off Bailanta” como Los Labios, Fantasma, Kumbia, El Chavez, Fauna, Miss Bolivia y la Delio Valdez. Maleva estuvo en la última de las fiestas – hace dos semanas – en la que se festejaron los dos años de la movida.
“Para nosotros lo importante es la música, porque la Cumbia es un genero muy rico, con un montón de variantes y aquí ofrecemos algo de calidad, y con música de autor, creo que por eso a la gente le gusta y vuelve” dice Martín Roisi, de Fantasma, un apasionado y estudioso de este ritmo caribeño quien ideó un libro llamado Familias Musicales sobre todas las variedades de cumbia. Martín entra en trance con un rayador sobre el escenario cuando Fantasma hace bailar a todos con su hit “Pamela one, Pamela Two”. Por su parte, los chicos de Los labios explican: “en el resto del país, sobre todo en el norte, la cumbia atraviesa a todas las clases, le es familiar hasta a la gente más acomodada y se escucha en cualquier disco, en cambio acá es todo un desafío estar tocando en pleno Palermo con gente que no está acostumbrada, pero poco a poco le vamos entrando a los porteños”. Entre la gente hay un público variado, aunque por cada gorra con visera hay diez camisas adentro del pantalón y mucha fauna hipsteriana. Charo López, una de las protagonistas de los sketches de moda Cualca, se contorneó toda la noche y fue una de las primeras en llegar, a eso de la una. Una característica es cierta camaradería que atraviesa a todos. En la Mágica no hay sector VIP y los patovicas son cordiales – “pásenla bien” – no hay empujones, no hay peleas, no hay provocaciones. A un chico de veintipico se le cae la mitad del trago en el pantalón de un desconocido, disculpá che, todo bien no te hagas drama. “Estoy en todas y los chicos se portan muy bien, nunca vi que se agarraran” cuenta José, un barman clásico de 58 años, quien, chalequito rojo, arma sobre todo fernets cola y destornilladores, con dos hielos y vaso de plástico. Una señora que debe rondar los sesenta también hace tragos y hace un gesto de disconformidad y reduce la cantidad de bebida etílica en los tragos de aquellos que ya le pidieron demasiados. Y lo hace revolviendo la bebida con la pajita como si fuera una mamá revolviendo la cuchara del Nesquik.
Esta música en vivo tiene algo de ritual. El chi chi chi siempre empieza antes que la melodía, es como un llamado, después las letras son tarareadas, a veces íntegras, brazos para adelante. Y nadie baila serio. En la Mágica es como si se bailara festejando, mucha sonrisa y vueltita. Para los dos años, los organizadores estaban emocionados porque consiguieron que se presentara la banda fundacional de la Cumbia Villera, Flor de Piedra. “Viene Flor, confirmado” insistían. Así fue. A las 4 de la mañana subieron al escenario y se dio tal vez el mayor choque de costumbres. “Vos sos un botón, no conozco un policía tan amargo como vos” cantó el vocalista Daniel Lescano. Los más de los presentes en la Mágica, que no tuvieron en sus vidas enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, la cantan con toda la garganta, de adentro, divertidos. Tal vez un poco extrañados. “Muchas gracias a todos che, un gran público” dice Lescano. Respeto y alegría. En la Mágica la cumbia es amable, busca seducir a los que no son de su mundo. Y los que van, o ya son habitués porque la entendieron sin prejuicios o le dan una oportunidad y por lo que se ve en las caras, está todo bien.
Este viernes 28 de septiembre hay una nueva edición para los que quieran probar. Pero se muda – sólo por esta vez – de su sede de Palermo Club a Grow, en Rivadavia 7428 y recibirá a la legendaria banda “La Nueva Luna”. Las entradas se pueden comprar por Ticketek.
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