LA HUELLA DE CLORINDO TESTA EN PINAMAR (MALEVA CON EL MAESTRO)


Clorindo Testa le muestra a Maleva una vieja foto de la que era su casa de veraneo en el norte de Pinamar, la Capotesta
 
La huella de Clorindo Testa en Pinamar
Por María Julieta Vilaplana
Fotos: Jacinto Freixas
Pasó largos veraneos con su esposa e hija en una casa que construyó en el norte de la ciudad hace treinta años y que todavía hoy llama la atención por su modernidad (es mucho más vanguardista que las que la rodean y se inauguraron ayer). En la playa de Ostende una casa de paredes coloradas y que tiene la particularidad que durante la pleamar el agua le pasa por abajo, también lleva su firma y su inconfundible estilo de lograr belleza con el hormigón. Ambas buscan (y homenajean) dos cosas: el bosque y el océano. Asimismo diseñó un museo en los bordes del barrio obrero. Y nada menos que el plan urbano director, que es la traza del paisaje urbano. Así como la costa uruguaya tiene el sello de Carlos Paéz Vilaró o más recientemente de Rafael Viñoly, Pinamar  tiene el de uno de los mejores arquitectos argentinos de la historia: Clorindo Testa. Al artista y al balneario fundado por Carlos Bunge los une un vínculo profesional y emotivo de décadas, desde que Pinamar, como la describe Testa “tenía mucho de campo”. En noviembre, de hecho, fue nombrado ciudadano ilustre. A sus 89 años, el también reconocido urbanista y artista plástico, recibió a Maleva en su estudio para remontarse a principios de los años ochenta, contar cómo era en ese tiempo Pinamar, cómo fue trabajar allí y qué virtudes encuentra en el paso del tiempo.
Está sentado en su escritorio esperando paciente la entrevista mientras la luz que entra por la ventana, que mira a Santa Fe y Callao, se refleja en las paredes altas y los pisos de madera de su antiguo y vivido estudio. «Este estudio tiene una cuestión acústica muy particular, yo escucho a todos pero nadie me escucha a mí» ironiza. Testa es el arquitecto argentino con más concursos ganados en el país. Además de la biblioteca de Buenos Aires, hizo, entre otras obras emblemáticas, el Konex y el Centro Cultural Recoleta. Sereno y sobrepuesto a los cambios, recorre la ciudad de la que ya es ilustre y en donde eligió construir su casa de veraneo.
El inventor de las calles libres de Pinamar
Tranquilo, sincero y dispuesto a conversar se abre a las preguntas y a las incertidumbres, urgente por contar de aquella ciudad que lo acogió durante tantos veranos y le dio muchas tardes de living con vista al mar. Es una Pinamar de principios de los ’80, en donde fue seleccionado para desarrollar el plan urbano iniciado por Bunge y en la cual, en distintas épocas, diseñó la casa La Tumbona y donde construyó su propia casa Capotesta y la Galeria Altera.
El arquitecto de los anteojos en la frente cuenta que Pinamar era una ciudad bien descampada, de cuadrícula rígida: «Si me preguntas cómo la recuerdo, la recuerdo como una ciudad completamente distinta de lo que es hoy».
El plan urbano director, ideado junto a los arquitectos Héctor Lacarra y María Elvira Jorcino de Aguilar fue la continuación del plan regulador que había desarrollado el ingeniero Bunge el cual se basaba en manzanas ortogonales. Testa asevera: «A partir de eso decidimos que las cosas tenían que ser más libres, estábamos en medio del campo, podíamos crear calles circulares, cuadriculadas lo que fuera». Esa libertad de diseño es lo que desató que la ciudad costera se convirtiera en un sin fin de calles curvas que conservan la vista y los ángulos al mar. Y agrega: «Yo vi cómo la ciudad creció positivamente alrededor de ese plan».
 

Clorindo explica el diseño de sus creaciones pinamarenses
 
Sus añorados veranos pinamarenses en familia
En ese momento, el gobierno de Pinamar decidió cederles, como parte de los honorarios profesionales, un terreno a cada uno de los arquitectos. Testa recibió el lote sobre el que erigió su casa de vacaciones, más conocida como Capotesta.
Un poco melancólico confiesa: «Veraneé varios años seguidos en esa casa, mi hija tenía una edad en la que correspondía ir a Pinamar. Después creció, yo tenía que trabajar mucho en Buenos Aires, ella no iba, mi mujer estaba sola y ya no fuimos más.» Sobre el paso del tiempo asegura: «las cosas tienen un período, a veces te ponés triste y decís qué lindos aquellos años…pero no. Hay que aceptarlo, cada cosa tiene su momento«.
 
Casa Capotesta y el día entero contemplando el mar desde el sillón

La casa celeste de dos niveles y características ventanas con marcos blancos gruesos se sitúa a dos cuadras de la playa y desde su estar en el primer nivel se puede contemplar el mar: «Como los cuartos estaban abajo, vos te despertabas y te ibas arriba, lo que yo quería era ver el agua si no me iba a de vacaciones a otro lado». Después de un silencio que lo transportan a aquellos años, cuenta: «Pasábamos todo el día en el estar, el ochenta por ciento del tiempo estabas en el sillón mirando el mar por encima de los árboles.»
«Gracias a la disposición de los ambientes y de las dobles alturas, teníamos la posibilidad de reunirnos con amigos y charlar tranquilos sin interrumpir la siesta de los chicos o la intimidad cotidiana» agrega el artista que dejó sus tramas, colores e impronta en Pinamar.
Esta idea del living comedor elevado también surge a raíz del pensamiento de que el césped no es un buen lugar para pasar el tiempo: «¿Te acordás de alguna vez que estuviste sentada cómoda en el pasto?». Preguntas que nos ponen en jaque si las hay. La calle sobre la que está la casa te lleva al mar, pega una curva y va directo a la playa. Clorindo vuelve al lugar desde la memoria y asegura: «Desde ese sillón que te digo veías la calle que se iba hasta la playa, a los costados construyeron casas pero el corredor es público y sigue abierto hasta el mar.» En la Capotesta también hay una azotea, su diseñador asegura que siempre es bueno tener un lugar al cual uno no acceda nunca pero que si algo sucede puede acceder de forma simple: «Yo me acuerdo que en Pinamar pasaba la regata Buenos Aires – Mar del Plata todos los días y desde mi terraza lo veía todo. Lo mismo me sucedía con los fuegos artificiales, de otra manera nunca lo hubiese visto».
 
Casa la Tumbona – «como estar a bordo de un barco» –
 Ostende nació en 1910 y en el año en que Testa hizo la obra los loteos llegaban directamente al mar por lo que decidió construir una casa levantada en donde el agua pasa por abajo, inundando los pilares que la sostienen. El intrépido arquitecto declara: «No es que los dueños estén muy tranquilos cuando sube el agua, pero la verdad es que siempre funcionó bien». Cuando el agua crece es como estar a bordo de un barco.
La Tumbona tiene también una azotea para contemplar los eventos que suceden a lo lejos o desde el cielo. «Lo particular es que le hicimos allí una pileta así que el dueño podía sentarse en la piscina y contemplar el horizonte».
 
La galería Altera y lo innato de los colores en Testa

La galeria Altera, dos volúmenes emplazados en medio del bosque, también reafirma el sello que Clorindo dejo en Pinamar, colores y formas libres de hormigón en donde el mismo arquitecto genera un espacio en el que en algun momento se mostró su obra pictórica.
Cuando le preguntamos en que período de su carrera se gestó esa estética de colores y morfología que tanto lo caracteriza, el arquitecto de casi 90 años respondió: «La verdad es que no me acuerdo, supongo que es algo que vino conmigo desde el principio«.
 

Boceto que le hizo Clorindo Testa a Maleva con las costas rioplatenses y atlánticas
 
¿Qué sintió al ser nombrado ciudadano ilustre de Pinamar en noviembre del pasado año?
Testa: Fue una muy linda ceremonia, siempre es agradable recibir un premio de la ciudad que a uno le dio tantas oportunidades y donde paso tanto tiempo con su familia y amigos.
También el sello de Testa en Mar del Plata (de donde costaba arrancarlo en su juventud)
Mar del Plata es otra ciudad que lo vio crecer como arquitecto y artista. En diciembre de 1947 se graduó de la Facultad de Arquitectura y se fue a Mar del Plata ya que el Yatch Club del que era socio en Buenos Aires allí también tenía una sucursal. «Alquilabas un cuarto por nada, entonces me quedé enero, me quedé febrero, me quedé marzo y a la mitad de abril me llamaron desde casa y me dijeron que tenía que hacer algo con mi carrera, con mi vida y entonces tuve que volver».
Casi cuarenta años más tarde el mismo arquitecto que se había tomado un verano sabático después de su carrera en la Universidad de Buenos Aires, participó del concurso para intervenir la costanera de Mar del Plata y lo ganó. Fue así como construyó la barranca – basamento de carácter recreativo, comercial y urbano que vincula cinco balnearios, entre ellos La Perla.
¿Modificaría sus obras si las tuviera que rehacer hoy en día?
Testa:  Sí, las cambiaría. ¿Cambiarías ese vestido por uno que se hizo cuarenta años atrás? Yo creo que no.
 
 
Galería de la entrevista con Clorindo Testa en su estudio: