Musiquita ao vivo, un bakery shop de familia, bares que privilegian la vista, y por qué no, un lugar pipí cucú para ir a tomar el té, entre las nuevas coordenadas esenciales del más chic de los barrios porteños/Un lindo popurrí del que tenés que tomar nota/Además: ¿cuándo ir y qué pedirte en cada propuesta?
Los recitales de la escena indie en Camping, en el jardín del Museo de Arquitectura
Doble clic a Recoleta: ¿cuáles son las ocho coordenadas imperdibles para redescubrir el barrio? Por María Delfina Carmona.
¿Le hacemos doble clic a Recoleta? Este barrio tiene varios consagrados históricos y un par de cadenas que funcionan muy bien. Pero hay más rincones para encontrar por estos pagos. Por eso, hicimos este resumen con ocho coordenadas que merecen ser puestas en el radar. Hicimos una selección que junta un lindo popurrí: musiquita ao vivo, un bakery shop de familia, un restaurante nuevo de comida peruana, bares que privilegian la vista, la carta de tragos de autor o la vibra de barrio con cortes de carne, una heladería artesanal única y por qué no un lugar pipí cucú para ir a tomar el té.
1) Camping: un festival que nunca termina / Av. Libertador 999 (en el museo de Arquitectura).
Está chequeado que si hay algo que se extraña desde que inauguramos los barbijos en marzo del 2020 es la música en vivo. Todavía no podemos volver a los saltos desenfrenados en un pogo, lo sabemos, pero sí podemos disfrutar de ver a algún artista mostrando su magia en el escenario mientras tomamos una birrita. ¿Dónde? Anotá: en Camping, un spot súper relajado y con protocolo que invita a músicos emergentes para mantener la cultura viva. Un festival que nunca termina.
Pre pandemia estaban en el Buenos Aires Design pero ya le venían echando el ojo al Museo de Arquitectura y Diseño sobre Libertador y Callao: “Es un punto súper accesible y al mismo tiempo no escuchás Libertador, te sentís como en un espacio aparte resguardado de la ciudad”, nos contó Maru Frohmann, una de las socias. “Y en la parte de la música también, tenés toda la vista a los containers, a los trenes, a los aviones que pasan, es muy lindo. Tenés la posibilidad de armar dos moods distintos dentro de un mismo lugar”, agregó Maru. Abrieron esta sede en febrero de 2021 haciendo recitales cuando se podía, adaptándose a los protocolos del momento. Hoy están haciendo cuatro fechas durante el día los fines de semana, de 13 a 19 hs, con un máximo de 100 personas en cada una.
“Todos los recitales están curados por nosotros, la música que elegimos tiene una identidad propia, tirando a lo indie. Bancamos a los artistas emergentes y también a los que están más consolidados como El Zar, por ejemplo”, contó Maru, “hay muchas personas que eligen venir por la banda y hay muchas otras que vienen por el plan, por hacer algo diferente, y se llevan una banda nueva para siempre que les encantó”. Recomendación: si ves algún recital que te interesa en su página o en su Instagram, sacá entrada en el momento porque suelen hacer sold out bastante rápido.
Tienen tragos, vinos naturales, birra Camping, chocolate caliente en invierno, medialunas, unos brownies zarpados, hamburguesas, alternativas veggies y varias opciones más, todo bajo la propuesta gastronómica a cargo de Fermento, el grupo gastronómico detrás de la panaderia Cuadra, la taqueria Guey y la pizzería Anti. Vas, tomás lo que te gusta, comés rico, ves un recital, no hay nada para agregar.
Dato (literalmente) de color: el árbol enorme que está en el medio del sector gastronómico es un jacarandá que tiñe todo de violeta en primavera así que anotate este planazo para cuando empiecen los días de calorcito. Alta postal para disfrutar mientras mantenés la cultura viva.
2) Che Perú: cocina peruana pero con ADN argentino (prueben la Milanesa Che Perú) / Guido 1962.
Una de las aperturas más recientes del barrio es Che Perú, un restaurante de cocina peruana con acento argento como delata su nombre. A media cuadra del Cementerio sobre Guido ya se pueden ver sus lucecitas con forma de ajíes que decoran el ambiente. Con personalidad y libertad para combinar sabores, la carta está muy bien lograda en el contraste y amalgama de tradiciones gastronómicas.
Persiguiendo la premisa de ofrecer algo distinto, sus platos vienen con una vuelta de tuerca que los diferencia de la clásica comida peruana. Por ejemplo, uno de sus ingredientes cómplices es la trucha patagónica: en vez de optar por su versión en salmón, se destaca el tiradito con láminas de trucha patagónica en salsa nikkei con boniato, mango, cebolla morada y eneldo. Lo argento también toma protagonismo en platos típicos del Perú como el Lomo Saltado, con señores cubos de lomo dignos de tener nuestro adn. Otro plato que es un lujo es la Milanesa Che Perú: una flor de milanga en pan de masa madre con salsa criolla con mango, lechuga capuchina y emulsión de ají rocoto picante.
“Nuestro secreto está en no tener a nadie peruano en la cocina, con el mayor respeto posible, eso nos permite tener aire para crear y despegarnos de las fórmulas cerradas”, cuenta Mario Saravia, uno de los dueños. “Tenemos a Rubén Boada que aporta su baggage caribeño y a Nicolás Papazian que trabajó muchos años en Francia”, agrega Mario sobre su equipo de cocina conformado también por Alan Gaona.
Mario decidió jugársela por este proyecto junto a su hermano José y su hija Catalina porque asegura que confía en el largo plazo: “Si hacés algo de calidad, eventualmente va a funcionar”. En su oferta gastronómica – materias primas, combinaciones de sabores, innovación en los platos, presentación – se nota esa prioridad indiscutida de la calidad.
Abren de martes a domingos desde el mediodía.
3) Invernadero: un oasis con mucho estilo – y excelentes tragos con Gin -, al pie de la Biblioteca Nacional / Agüero 2502.
Si decimos Recoleta y decimos “imperdibles” no podemos dejar afuera a Invernadero, el bar por excelencia de la zona. Ubicado en el corazón de la Biblioteca Nacional, es una de las coordenadas con más personalidad del barrio. No es un bar cualquiera: coronado con la dupla ‘gin y tapas’, este oasis lleno de plantas y referencias literarias levantó la vara muchísimo tanto en su carta de tragos como de comida. En ambas lo que buscan es la fusión de sabores: hacer combinaciones explosivas que realcen un todo distinto a lo que estamos acostumbrados a degustar. No hay ningún gusto librado al azar. La stracciatella con uvas grilladas, kale, panceta crocante, chips de ajo y nueces tostadas es el mejor ejemplo de esta sinergia de sabores que está presente en el resto de su carta. Recomiendo mucho.
En cuanto a la carta de tragos, está claro que la identidad es el gin tonic. Elaboran su propio gin tirado artesanal: un London Dry con la cantidad justa de enebro que sale frío y listo para tomar de sus barriles. Es una bebida súper versátil que les permite jugar con distintas variedades, aptas para un abanico amplio de paladares. “Hay gente que le gusta más lo dulce, lo ácido o lo amargo. Hacemos una búsqueda constante para satisfacer los distintos gustos”, nos contó Juani Calcaño, jefe de barra, autor de los tragos. “De por sí el gin tonic es amargón con algunas notas dulces por la tónica, entonces nuestro ejercicio es salir un poco de ese esquema rígido que tiene el trago solo y buscar variantes”. Y lo logran muy bien, basta con ver la carta para darse cuenta la cantidad de opciones que hay. En el rubro de los picantes, recomiendo ‘El Cuervo’, inspirado en un cuento de Edgar Allan Poe, con agua de jengibre y romero quemado. Para los que prefieren un trago más tirando a lo dulce, el que más sale es el Doña Flor: un gin tonic con frutillas maceradas en Chardonnay y azúcar rubio con una flor de estación comestible. Y si no, hay una tercera vía para los que se paran con la banda de lo ácido y lo agridulce: Floridita es un mojito llevado al gin tonic con cordial de limón, menta fresca, lima deshidratada y angostura.
“Todos los nombres están inspirados en la literatura tanto nacional como internacional. Estamos al pie de la Biblioteca Nacional, entonces fue fácil el bautismo de cada mezcla. Todos hacen referencias a novelas, escritores, o personajes de novelas o cuentos”, contó el Bar Manager, Juani. Agregó: ”hay gente que lo entiende enseguida, que se prenden en ese juego lúdico y le da algo más a la experiencia”.
4) Andra Bakery: un rincón dulce que es un gran sí (atentos a las clases de cocina de Nati, su dueña) / Vicente López 2238.
Andra Bakery es un gran sí. Un rinconcito dulce que no busca llamar la atención pero no puede pasar desapercibido. El adjetivo que lo engloba es “casero”: no solo porque se nota a kilómetros que todo está recién hecho por Nati Andra, la dueña, sino porque también todo en este localcito emana calidez y sensación de hogar. Podés encontrar pan de masa madre, budines, tortas, cookies, bocaditos, scons y algunas que otras cosas saladas para picar al paso o comer en la mesita del local.
Es un emprendimiento de familia y esa tradición culinaria genética se nota. “Mis padres son grandes cocineros, mis primeros maestros, y trabajé con mi hermano en varias cocinas alrededor del mundo. De ahí nace Andra – mi apellido -”, nos contó Nati Andra, “Cuando cocino busco transmitir todo eso en el resultado final”. La identidad de Andra se basa en despertar la memoria sensitiva: “Que te pasen cosas cuando probás lo que hacemos, que te permitas ese momento de disfrute y quieras volver”, dijo Nati.
“No hay una rama marcada ni un menú fijo, vamos cocinando lo que queremos que pruebe el cliente o lo que yo quiero hacer porque me gusta. Sabemos que se genera una conexión a través de la comida”, agregó la dueña y cocinera. “Es mandatorio estar aggiornado, saber que es lo que las “panzas” buscan hoy, pero sin dejar de darle esa magia que te brinda el sabor de lo familiar”. Por eso, en Andra se encuentra un rango bastante amplio de opciones tanto dulces como saladas que no se encasillan en un solo estilo. Los vecinos de la zona van a sorprenderse, a dejarse llevar por el ‘¿qué tenés para ofrecerme hoy?’.
Además, Nati dicta clases de cocina individuales en este rinconcito pintado de azul sobre la calle Vicente López entre Azcuénaga y Pueyrredón. Constantemente está explorando sabores y creando cosas nuevas en las clases personalizadas.
Está abierto de lunes a sábados de 10 a 18 hs.
5) Boca a Boca: la cervecería con el rooftop más canchero del barrio (al atardecer es lo más) / Junín 1763.
Boca a boca es un rooftop cervecero con una vista privilegiada del Cementerio de la Recoleta y una vibra super distendida. De noche tiene mucha onda pero si me preguntan el momento clave es el atardecer sin dudas (prometo que da fotito infalible para figurar en Instagram). Hay varios bares que bordean el Cementerio pero este es el más canchero: tiene siempre buena música, arte y graffitis desde que entrás, unas lucecitas en la terraza que acompañan, birra artesanal rica y hasta un beer garden en el fondo por si buscás un espacio distinto.
“BAB es una cervecería ‘speakeasy’ de ambiente super relajado, donde conviven diversos perfiles en plena armonía”, resumió Gonzalo Barruti, uno de los dueños. “Podés disfrutar desde el segundo en que accedés por una puerta angosta y ves una escalera semi oculta intervenida por artistas hasta llegar a un rooftop con vista a un punto icónico de la ciudad”, agregó.
Claramente en su carta se destaca la cerveza, pero ojo con los tragos que pueden pasar desapercibidos: doy fe que el Gin Tonic y el Mojito están a la altura. La comida está pensada para acompañar la vibra distendida con una carta simple pero al punto con hamburguesas, pizzas y otras opciones para picar.
Queda en Junín al 1763, están abiertos todos los días desde las 16 y no toman reservas.
6) Buffala: una heladería con sabores, texturas, y materia prima a otro nivel. Incluso tienen su «laboratorio» a la vista. / Av. Pueyrredón 2100.
Permítanme abusar de la primera persona para hablar de Buffala: me tomo muy en serio la cata de helados y nunca encontré texturas y sabores como los que encontré en esta meca de la heladería artesanal. Tienen la cremosidad justa en todos los gustos (y miren que me tomé el trabajo de probar la gran mayoría) y el contraste crocante ideal en los casos que el sabor lo pide.
Están comprometidos con la variación de sabores pero sus clásicos que suelen quedar fijos son: Moulin Rouge, Chocolino (basado en la torta Chocotorta), Lemon Pie, Crema Real, Gianduia, Mamma Mia y Valentín (con chocolate negro y blanco intercalado con ganache). La magia de su abanico de gustos es que fusionan conceptos de pastelería con helados americanos e italianos. Es de esas heladerías que ofrecen “Lemon Pie” y realmente estás tomando un helado de Lemon Pie en el que podés diferenciar cada uno de los ingredientes que lo componen. Y además de tener esa experiencia a lo Ratatouille con los ojos cerrados cuando lo probás, ya venís manijeando desde el instante que ponés (en mi caso muy literal) la ñata contra la vidriera para elegir los sabores. “El concepto fue hacer un helado con la mejor materia prima que se pudiera conseguir en el país y que por otro lado sea visualmente muy lindo de ver”, le contó a MALEVA el dueño, Ernesto Contreras. “La idea es que la persona entre y vea las vitrinas antes de elegir, que no vea los gustos en un tablero escrito, que pueda ver su textura. Al hacer eso, nos obligó a hacer un helado con diseño, con gusto, rozando la pastelería”, agregó Ernesto. Entrás, te tentás y flasheás cuando los probás. Cierra toda la ecuación.
“Obviamente es un helado frío pero dentro de eso se puede decir que es un helado ‘caliente’, no se te congela en la boca, es la textura perfecta”, contó Ernesto sobre la fórmula de la cremosidad que genera un efecto “impermeabilizante” en la boca. “Los gustos frutales son estrictamente al agua y se siente esa cremosidad al punto tal que nos han preguntado si tienen crema o lácteos”, agregó. Tienen su “laboratorio a la vista” en el subsuelo donde fabrican los helados con esa fórmula. “Es un helado que yo no me aburro de comer, que si yo tuviera que hacerlo solo para mí para comerlo en mi casa lo haría así”, concluyó Ernesto.
Buffala está ubicada a una cuadra de Pueyrredón y Las Heras y está abierta todos los días a partir de las 12 del mediodía.
7) Jardín de invierno: un espacio mágico y chic para olvidarse de la vorágine / Tanto la hora del té (muy pipí cucú) como la la noche (a la luz de las velas) tienen su encanto. / Vicente López 1955 (Loi Suites Hotel).
El nombre lo delata. Jardín de Invierno es una postal verde y luminosa en plena ciudad. Puertas adentro del hotel Loi Suites se esconde un espacio lleno de plantas, palmeras y árboles con un techo vidriado que te hace sentir que estás en una película mientras te comés algo rico.
Ofrece dos experiencias distintas. Es el escenario ideal para ir a tomar el té a la tarde: creenos que vale la pena agendar esta coordenada. La propuesta incluye infusiones, jugos naturales y una copa de espumante opcional para el brindis, sumado a una selección de bocaditos dulces y opciones saladas. En esa variedad encontrás scones, tostadas, macarons, sandwichitos de salmón gravlax en pan integral con semillas, de lomito asado con hierbas, entre otros sabores que figuran.
De noche la movida es más íntima, la comida a la luz de las velas ofrece un ambiente distinto y cálido. Darío Galizia le pone firma a la propuesta gastronómica, basándose en cocina mediterránea de autor. Podés encontrar pastas caseras, pescados frescos, pastelería clásica moderna y panaderías artesanales.
Vale destacar que la atención y el servicio es digno de 5 estrellas. Recomendadísimo para una tarde de recreo del ruiderío y vorágine porteña.
8) Bar de Carnes: con la onda de un bar, y con cerveza tirada, pero especializado en carnes – ¡Estacionadas 21 días! – a las brasas / El chivito uruguayo es una bomba / Peña 2287.
Cervecerías con propuesta de burgas y fritas con cheddar hay en todos lados, por eso Bar de Carnes decidió anclar su identidad desde otro lado. Sí, es un bar con birra tirada artesanal pero especializado en carne: ofrecen cortes de vacío, matambrito, ojo de bife y lomo tataki en un lugar canchero y relajado. Es como si una cervecería de Palermo y una parrilla barrial se fusionaran buscando un resultado joven pensado para los que no les da lo mismo comer “lo que venga”.
Además de ofrecer cortecitos de carne con guarniciones que acompañan bien, también tiene una sólida oferta en el ámbito de la sanguchería. Para mí el podio lo comparten el chivito uruguayo, el choricampi (chorizo relleno de queso mozzarella y cebolla caramelizada envuelta en pan de campo) y la hamburguesa de provoleta con palta y tomates confitados.
Sebastián Valles, el responsable gastronómico, nos dijo: “Bar de Carnes es una combinación de cosas: tecnología gastronómica, producto, calidad. Contamos con un horno a brasas y se trabaja con carne estacionada por 21 días”. Lograron tener una mezcla sólida entre algunos cortes de parrilla con hamburguesas y distintos sándwiches. “Al crear el bar tratamos de captar lo mejor de una parrilla con lo mejor de una hamburguesería en un formato informal”, agregó.
Está abierto de martes a domingos de 13 a 23 hs.
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Fotos: son todas gentileza de los locales mencionados.