¿CÓMO SERÍA LA PELÍCULA QUE AMAGA HACER WOODY ALLEN EN BUENOS AIRES?


El sur de la Ciudad sería uno de los lugares que le quedarían bien a una película de Woody Allen
 

¿Cómo sería la película que amaga hacer Woody Allen en Buenos Aires? Por Valentina Ruderman. Retoques y diseño: Lucas Lombard y Juliana Souza.

En los últimos tiempos Woody Allen vino amagando con la posibilidad de filmar en Buenos Aires. En una entrevista que le hizo The Wall Street Journal en 2012, dijo que estaba pensando en locaciones para la película que le seguirá a la de San Francisco, y agregó: «Está empezando a germinar ¿La haré en Buenos Aires? ¿Debería hacer algo en Berlín?». Y la verdad es que nos merecemos una película del genio de Brooklyn. Bueno, quizás no los argentinos que siempre creemos que nos merecemos cosas sin demasiados argumentos a nuestro favor, sino Buenos Aires.
Ella se lo merece porque es la capital del país con la mayor cantidad de psicólogos por habitante, que también está décima en la lista de naciones con más judíos -lo que implica exceso de neurosis y madres sobreprotectoras- y, principalmente, porque las calles porteñas quedan muy lindas con George Gershwin de fondo. Después de varios films en Londres, Vicky Cristina Barcelona, Medianoche en París y A Roma con Amor, cuantas más capitales agrega afuera de los límites de Estados Unidos, más nos podemos entusiasmar y ni hablar de cuando sale diciendo que mientras esté la inversión (unos 18 millones de dólares promedio), es capaz de filmar en donde sea.
Mientras esperamos que se estrene Blue Jasmine, que fue el mejor debut de su carrera con 613.000 dólares de recaudación en tres días, en Maleva jugamos a imaginar dónde pondría Woody su sillita de director y qué de la ciudad inspiraría (y molestaría) a sus personajes. Supongamos que es una historia de amor. Seguramente en verano, porque últimamente así nos muestra a las ciudades: con días largos y mujeres en vestidos que parecen estar por levantarse con la primera brisa.

El pasaje Barolo sería una parada obligada para los protagonistas
 
El protagonista de esta historia alquila un departamento en uno de los cuatro edificios de Avenida Caseros al 400. Si el joven arquitecto de A Roma con Amor vivía en una casita sobre una calle de piedras en Via Margutta, el de esta película tiene que estar instalado en un lugar con no menos de cien años de historia y a pocas cuadras del corazón de San Telmo. Neurótico, escritor (en máquina de escribir apoyada sobre alguna mesa de roble comprada en el mercado), estudió Psicología y está en Buenos Aires para entender por qué todos vamos a terapia al menos una vez en nuestra vida. El monólogo de apertura de Manhattan, también puede servir para ésta: adora Buenos Aires, para él es “una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea” y también donde conviven las mujeres más lindas con los hombres que creen sabérselas todas. Ahora pasemos a ella. La “Tracy” que en Manhattan hace que el mundo valga la pena en los ojos de Isaac.
 

«En los últimos tiempos Woody Allen vino amagando con filmar en Buenos Aires. La ciudad se lo merece porque es la capital del país con la mayor cantidad de psicólogos por habitante, que también está décima en la lista de naciones con más judíos -lo que implica exceso de neurosis y madres sobreprotectoras- y, principalmente, porque las calles porteñas quedan muy lindas con George Gershwin de fondo. «

 
El encuentro es en Walrus Books (Estados Unidos 617), la librería pintoresca a pocas cuadras de su casa en la que sólo se venden títulos en inglés y se dictan seminarios. Ella es estudiante de Letras y está tomando un curso que cruza la literatura Norteamericana del Oeste con la del Este. Es linda y un poco insegura, pero no a niveles Mia Farrow en La Rosa Púrpura del Cairo sino más Annie Hall (sin la corbata, claro). Él entra a buscar una obra de Nietzsche fundamental para su trabajo, que se olvidó de traer a la Argentina. Cruzan miradas cuando está pagando, y varias veces más, un poco forzadas, en las que vuelve a la librería al horario de la clase. Finalmente, la invita a almorzar.
Caminan por la feria de San Telmo que está vacía (en los ojos de Woody, hasta los Jardines de Versalles tienen pocas visitas en pleno verano) y conversan sobre cine mientras sostienen tazas con dibujos en dorado y carteles de chapa con publicidades de 1950. Se sientan a comer en alguno de los restaurantes de Caseros y miran a las otras mesas mientras él comprueba que la gente parece feliz: “¿Son así porque todos hacen terapia o nacieron así y les gusta tirar la plata?”. Ella se reiría, le diría que es un poco de las dos cosas y le pediría de probar su flan con dulce de leche.
Otro día se encuentran en el Café Tortoni, cruzan al Palacio Barolo y, cuando suben, ella le cuenta el mito alrededor del edificio y la alegoría con la Divina Comedia del Dante. Siguiendo con la línea cultural, y un poco pseudo-intelectual a lo Mary en Manhattan, lo lleva a ver una película independiente al ex Gaumont, ahora espacio INCAA, y a la salida caminan por Calle Corrientes y discuten sobre el legado de los escritores. Él no puede parar de pensar en cómo Dante tiene un edificio en su honor y apenas del otro lado de la avenida, Borges está sentado hecho estatua para las cámaras de miles de turistas brasileros que probablemente nunca escucharon hablar de El Aleph: “En Estados Unidos tendremos problemas por la libre compra de armas de fuego pero al menos sabemos hacer estatuas de cera decentes”.

Para Woody Allen la Plaza Mitre no queda mal parada frente al Central Park West

En nuestra película, Woody vuelve a actuar como en Roma y hace del padre de él que lo visita desde Boston, ciudad culta y vecina de Nueva York, pero lo suficientemente alejada para no contagiarse del caos. Lo vemos llegar a Ezeiza, horrorizarse por lo alto que hablan los porteños y por haber tenido que pagar el taxi en cash: “La última vez que manipulé efectivo, Bush era presidente. Bush Padre”. Lo más lindo de Buenos Aires lo disgusta y le da desconfianza lo mucho que se parecen algunas esquinas a otras de París. En especial la Plaza Carlos Pellegrini adonde asegurara que prefiere tener economía europea y casas de durlock, a arquitectura europea y un manejo poco discrecional de los fondos. De todos modos, sus dichos no arruinan las tomas cálidas de cara a la Embajada de Francia.
 

«La marea de corredores vuelve a aparecer cuando cruzan el Rosedal, y empieza a entender por qué los porteños son una población linda. Al verlos le dice a su hijo que él también saldría a correr si tuviera esos parques y la seguridad de que llegaría vivo a los 80 años comiendo «steak» todos los días.»

 
De parrillas ni hablar, el mismo Woody dice que no come cosas que le gustan hace cuarenta años. Un bife no entra en la ecuación. Mickey de Hannah y sus Hermanas creció, está suelto en Recoleta y mucho más hipocondríaco que en el Upper West Side. De paseo por Puerto Madero, dice que es difícil concentrarse en el atardecer cuando siente que está en una pista de atletismo a punto de ser atropellado, pero empieza a aflojar con una cena en las alturas en uno de los restaurantes del Edificio Comega. Buenos Aires: 1. Neurosis 0.
La marea de corredores vuelve a aparecer cuando cruzan el Rosedal, y empieza a entender por qué los porteños son una población linda. Al verlos le dice a su hijo que él también saldría a correr si tuviera esos parques y la seguridad de que llegaría vivo a los 80 años comiendo «steak» todos los días. 
La familia de su nuera lo invita a comer a su departamento en «La Isla» de Recoleta y se repite el Thanksgiving de Hannah y Sus Hermanas. Charlas en al cocina, comida casera, y un ambiente encantador que no se quiebra aunque el dueño de casa esté enamorado de su cuñada. Para colmo, el balcón da a la Plaza Mitre que podría competir con el Central Park West sin quedar mal parada. 
Aunque el tango no lo convence por ser «nostalgia de fábrica para gente sin creatividad”, mientras espera a su hijo en Clásica y Moderna (Callao 892), tres músicos empiezan a tocar Piazzolla sobre el piano y se le relaja la cara como si estuviera escuchando jazz en el Café Carlyle. La mueca es sutil pero suficientemente visible para que el cine entienda que Buenos Aires ganó 4 a 0.
 
Fotos: Jacinto Freixas,  CC Vero Vero 78, y CC Ale 16