CÁMARA GAUCHA



 
Por Santiago Casanello
“Todavía existe una identidad gaucha. Totalmente” afirma la fotógrafa Celine Frers (30), quien durante 5 años recorrió todas las regiones del país – desde los islotes más salvajes de los Esteros del Iberá hasta parajes a quince horas a pie de todo en la estepa patagónica – para retratar la vida de los habitantes más emblemáticos del campo argentino y que plasmó en un libro (estupendo) de reciente publicación: Tierra de Gauchos. Frers, formada en el New York Institute of Photography (NYIP), tuvo desde chica contacto con la vida rural de la Provincia de Buenos Aires y de Corrientes. Y siempre sintió por las grandes extensiones de tierra, sus costumbres y sus paisanos, mucho interés y apego. El impactante registro de imágenes del libro lo prueba. Maleva conversó con ella.
¿Qué es lo que más rescatarías de los gauchos?
Cómo encaran la vida. Que es gente muy simple, que vive en medio del campo, con su caballo, su perro y listo. No quieren ir al pueblo. Y sin embargo, así están contentos y son felices. Son gente humilde que está satisfecha con lo que tiene y no se queja nunca. Viven en armonía con la naturaleza y los animales. Hay mucha nobleza en su carácter. No digo que sean unos genios, pero es gente simple que no anda con problemas existenciales.
¿Y eran reticentes cuándo los fotografiabas?
No, me llamó la atención como todos me abrieron las puertas. Como se copaban. Estaban felices cuando les hacía las fotos. Algunos creían que iban a salir en la tele. El hecho de que sea mujer los sorprendía, no te veían como un par sino como algo raro, estaban como fascinados. Me acuerdo que en el Iberá fui con mi hermana que también saca fotos y había como 30 gauchos jóvenes e iban y venían, saltaban, estaban como locos. Yo les decía “tranquilos muchachos”. Igual siempre tuvieron la mejor. Tampoco es que yo iba, hacía unas fotos y me retiraba. Entraba en confianza, tomaba mate, andaba a caballo con ellos.
¿Cómo fue el trabajo en terreno?
Tardé 5 años en hacer el libro y lo fui haciendo en paralelo a otros trabajos. Hacía excursiones de 15 días a distintos puntos del país. Llegaba al lugar y ahí muchas veces eran los mismos paisanos quienes me recomendaban a dónde dirigirme. Yo buscaba que fuera todo auténtico. No quise retratar algo artificial. Y para retratar la verdadera forma de vida e idiosincrasia gaucha tenés que meterte muy adentro. Ir a buscar a los que viven en medio de la nada. Puede que de modo independiente o en una estancia, pero no al lado de la ruta.

¿Y cuáles fueron las experiencias más difíciles?
En Formosa. Yo nunca había ido y es otro mundo. Nos quedamos viviendo en un campo que ni tiene acceso, en un puesto lleno de arañas. Era junio y hacía como 50 grados de calor. Y el gaucho formoseño es muy rústico, muy pobre, usa estribos de cadenas. También unas islas del Iberá, vivían tan aislados que hubo que llegar en avioneta. Y en la Patagonia caminé 5 días para llegar a un lugar. En general viajé con algún asistente o amigo. Dormí al aire libre, o en puestos que en verdad son 5 palos puestos en forma de carpa.
¿Los gauchos de qué región te sorprendieron más?
Los del litoral porque todavía son muy tradicionales. Y me gusta el carácter del gaucho correntino. Es muy alegre, su música es el chamamé y son muy predispuestos, una está yendo sola a caballo y ellos arrancan al galope desde 500 metros atrás para abrirte la tranquera. También fue interesante ver cómo viven algunos gauchos de la Patagonia en el sentido de la soledad en la que pasan sus días. Y también me sorprendieron bastante los gauchos salteños y del norte en general.
¿Hubo algo que te impactara de su idiosincrasia?
Son súper nobles, pero tienen algo, son capaces de apuñalarte si les herís el orgullo. Se rigen por códigos en un ciento por ciento.
¿Podemos entonces decir que todavía existe una identidad gaucha?
Totalmente. Aunque estamos viviendo un momento de transición. Hay lugares que fui hace 4 años y los caminos eran de tierra, hoy vas y están asfaltados. O que dejaron de usar sombrero y empezaron a usar gorrita. Todo cambia muy rápido. De algún modo, mis fotos van a quedar como un registro de cosas que van a cambiar. Las costumbres se están bifurcando. Al país lo formó gente así pero en una época en que te imaginás su vida y era otra, por ejemplo, los perseguían los indios. Hoy por hoy veo al argentino y no me parece automática la asociación de la identidad argentina con el gaucho.
¿Por qué se te ocurrió fotografiarlos?
Siempre me gustó el campo. Cuando era chica iba todos los veranos. A Navarro, provincia de Buenos Aires o al campo de mis abuelos en Corrientes. Mis papás tenían que trabajar y yo me quedaba. Me divertía muchísimo, andaba a caballo todo el día. Prefería el campo antes que la playa. En 2009, en mi primer libro, Colores de Corrientes, incluí un capítulo sobre los paisanos. Fue una primera aproximación. A mí me sirvió mucho haber vivido en el campo para poder hacer Tierra de Gauchos.
Asado no te faltó me imagino…
¡No! ¡Comí muchísimo asado y tortas fritas! ¡Y mate, claro!