Entrevista a Clara Pinto: la sorprendente diseñadora argentina que crea prendas fuertes y sexys, como ella misma.

Su colección (diseñada en pleno vuelo) en el último Bafweek fue de las más interesantes y aclamadas/¿Quién es y cómo piensa esta diseñadora argentina radicada en Londres que nunca había hecho algo en su país?/La importancia de entender el negocio, su aprendizaje en Islandia, su inspiración en la artista Nicola Costantino.

Su infancia cercana al arte fue una de las razones que la acercaron a la moda. 

Entrevista a Clara Pinto: la sorprendente diseñadora argentina que crea prendas fuertes y sexys, como ella misma. Por Azul Zorraquin (texto y fotos).

Clara es diseñadora y artista textil, y se formó principalmente en Londres, donde, entre otras cosas, fue seleccionada por Sarabande, la prestigiosa fundación de Alexander McQueen para realizar una pasantía. Su estilo es sexy, colorido y abunda en texturas. “Lanita”, su última colección, fue presentada en el BAF (Buenos Aires Fashion Week), en el marco del concurso de autores y fue de las más interesantes del ciclo.  Días después conversó en profundidad con MALEVA.

Vamos de adelante para atrás: vivís y trabajás en Londres, pero volviste recientemente a Argentina, para participar del BAF. ¿Cómo fue?

Así es. Gané un premio que se llama “Autores de Moda”, impulsado por el Gobierno de la Ciudad, en el que seleccionan a tres diseñadores de autor para participar en BAF. Fue todo muy rápido; inicialmente yo venía a Argentina a vacacionar, y dos días antes me enteré de que había entrado en el concurso.

¿Y cómo lo resolviste tan rápido?

Ese mismo día convoqué pasantes, porque no podía financiar un equipo, y tampoco tenía máquinas. Contraté a quince personas y en cuatro días hicimos todo el desarrollo de la colección.

¿Trajiste algunas prendas o ideas de allá?

No, diseñé todo arriba del avión (se ríe). Fue muy fuerte. No tenía nada pensado, y en pocos días sacamos todo. La realidad es que paso por momentos de mucha latencia, donde no hago nada, y después por otros períodos en los que estoy al palo. La idea es encontrar un balance, porque a medida que tu negocio crece, el negocio de por sí te lo exige.

«Diseñé para el Bafweek todo arriba del avión (se ríe). Fue muy fuerte. No tenía nada pensado, y en pocos días sacamos todo. La realidad es que paso por momentos de mucha latencia, donde no hago nada, y después por otros períodos en los que estoy al palo. La idea es encontrar un balance, porque a medida que tu negocio crece, el negocio de por sí te lo exige…»

¿Y cómo fue trabajar con un equipo de pasantes jóvenes y desconocidos?

Es muy loco trabajar con otra generación; la manera de encarar el trabajo es distinta, así como la velocidad y las expectativas. Cuando yo empecé, se laburaba de nueve a tres de la mañana, nadie decía ni mu. Si bien la nueva generación trae cosas buenas, también busca una satisfacción mucho más inmediata. A mi me llevó diez años de carrera estar en donde estoy, y todavía me quedan millones de años por recorrer. Tiene que ver con el medio en el que viven, y también seguramente quien los contrate sea de esa generación. Para mi fue un desafío, pero a la vez una oportunidad increíble...¡Es la primera vez que hago algo en mi país! Fue muy lindo y “fácil”, porque cuando estás hablando en tu país, hablando tu idioma, con gente que te hace algún favor, familia que te banca, amigos que te entienden… Después de hacer un show en Londres termino enferma.

¿Cómo fue vivir y trabajar en Islandia?

Estuve tres meses allá, haciendo una residencia de mujeres, todas artistas textiles, en el medio de la nada. Cuando fui, hace años que no tocaba una tela, porque entre sobrevivir, no tener casa, máquina, no estar adaptada, se hace difícil. Esa residencia me dio la posibilidad de trabajar todo el día, de sol a sol. No dormía. En ese momento yo quería trabajar con pelo de caballo, e iba a los mataderos; me daban las colas llenas de sangre y carne, y las limpiaba y las usaba. Es muy rápida la adaptación de un ser humano con el ambiente. Y de ahí, volví con una colección armada… Me alquilé mi primer estudio, hice mi primer desfile, apliqué para Sarabande… Y despegué.

Y la vida en Londres… ¿Cómo es?

Somos todos de pieles distintas, educación distinta, culturas variadas. Es un lugar multicultural y eso me hizo crecer un montón. El hecho de traer color y texturas nuevas al BAF, me lo dio la posibilidad de vivir en un lugar tan abierto. Por eso también me gustó volver a Argentina y ver que si bien sigue habiendo racismo, también hay un montón de personas nuevas, de otros lugares. Y me alegra el corazón, porque yo vivo en un lugar así ¡Y nutre la cultura del lugar!

«Nunca fui fashion y no me visto fashion. Pero mamá es artista, y a los doce me llevó a taller con Nicola Costantino, por ejemplo. Y todo eso, lo vas mamando de forma muy fuerte. Se ve Nicola en mi trabajo. Para mí, la mano siempre fue fácil de usar; cuando la entrenás, es una herramienta. La gente que nunca usó la mano, no sabe hacer manualidades. Así que elegí moda, un poco por azar, y otro poco porque encontré una forma muy acertada de llegar a la gente…»

En esta colección trabajaste mucho con lana, pero es un material que atraviesa toda tu creación. 

Sí, desde mi primera colección de graduada. Me atrae mucho el material, me impresiona la versatilidad que tiene. O quizá sea mi cabeza creativa… porque además de diseñadora, me considero artista textil.

¿Considerás que tus piezas son “wearable art”?

No me gusta ese concepto, porque posicionaría a mi pieza como algo superior. ¿Porqué toda la ropa no es arte? Si muchas veces lleva mucho más trabajo desarrollar una prenda, que pintar un cuadro. Mi misión con mi trabajo es que la gente se vista de forma más arriesgada, y no por eso sea algo no-democratizable. Mis clientas son chicas de mi edad, de clase media, que trabajan; quiero que ellas puedan comprarse una prenda mía.

¿Y vos, usás tus prendas?

No tanto. No me animo, me da un poco de pudor (se ríe). Me siento un poco incómoda, un poco “reina”. Tampoco la vida que llevo me permite vestirme así; estoy siempre en el taller, cosiendo. Pero obviamente mi ropa, soy yo. Y busco mezclarla con mi personalidad… Yo me percibo como una mujer fuerte y sexy, y esos conceptos son fundamentales en mi colección. No quiero ser un hombre que diseña un tajo en una pollera para que la mujer se vea sexy; quiero que sea sexy, elegante y bello estar vestido de cosas raras y no solo excéntrico. El tapado este, por ejemplo, es sexy y empoderado; no hace falta estar desnuda para sentirse así.

«Fui “personal shopper” mucho tiempo, para clientas chinas de muchísimo dinero. Me cambió la vida ese trabajo. Entendí que detrás de Gucci, o Channel, hay Imperios… Edificios que sustentan su imagen, y todo eso se retroalimenta. Hermès es dueño del cashmere. Y en Sarabande, por ejemplo, conocí a personas muy talentosas, que venden en Dover Street, y ninguno es millonario…»

Parte del oficio debe ser la búsqueda de lo que “transmite” la prenda…

Claro, con los años vas aprendiendo que no se trata tanto de transmitir lo que piensa la cabeza a la prenda, sino que es más lo que querés que “sienta” la persona cuando se la pone. Como trabajo con rosas, por ejemplo, muchas se ponen la ropa y se ven como princesas de Disney. ¡Y no va por ahí! Mi ropa tiene una parte oscura también.

¿Cómo llegaste a la indumentaria? ¿Siempre fuiste fashion?

Para nada, nunca fui fashion y no me visto fashion. Pero mamá es artista, y a los doce me llevó a taller con Nicola Costantino, por ejemplo. Y todo eso, lo vas mamando de forma muy fuerte. Se ve Nicola en mi trabajo. Para mí, la mano siempre fue fácil de usar; cuando la entrenás, es una herramienta. La gente que nunca usó la mano, no sabe hacer manualidades. Así que elegí moda, un poco por azar, y otro poco porque encontré una forma muy acertada de llegar a la gente. Desde que arranqué, tengo buena crítica y a la gente le parece interesante, nuevo, lindo y fresco lo que hago, y eso para mi personalidad funciona como un motor muy fuerte. Y con los años, aprendí más sobre el “business” detrás de la moda, que hoy es quizá lo que más me interesa; me resulta fabuloso.

Bueno, trabajaste con las grandes marcas de lujo e imagino que ahí aprendiste sobre eso. 

Sí, fui “personal shopper” mucho tiempo, para clientas chinas de muchísimo dinero. Me cambió la vida ese trabajo. Entendí que detrás de Gucci, o Channel, hay Imperios… Edificios que sustentan su imagen, y todo eso se retroalimenta. Hermès es dueño del cashmere. Y en Sarabande, por ejemplo, conocí a personas muy talentosas, que venden en Dover Street, y ninguno es millonario; es muy importante el negocio detrás de la ropa. Sino, el margen termina siendo muy chico. La industria es verdaderamente tenaz, no es para cualquiera. Si bien yo no aspiro a estos negocios, sí apunto a ser una marca de lujo.

«No me gusta el concepto de weareable art, porque posicionaría a mi pieza como algo superior. ¿Porqué toda la ropa no es arte? Si muchas veces lleva mucho más trabajo desarrollar una prenda, que pintar un cuadro. Mi misión con mi trabajo es que la gente se vista de forma más arriesgada, y no por eso sea algo no-democratizable…»

¿Vas a estar haciendo un “pop up” en Buenos Aires?

Sí, este viernes 7 y sábado 8 voy a estar exponiendo mi última colección en Álvarez Thomas 1067, de 15 a 20 hs. Son prendas hechas con fibras naturales; sedas, gasas, lanas, y va a haber bastante de corsetería y jeans. También va a haber mucha serigrafía, y los vestidos de fiesta, por ejemplo, se van a manejar por orden de pedido. Una vez que parta, aún no sé donde podría dejar mi ropa… Así que por el momento, esta es la única oportunidad para verla.

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