ASÍ ES LA BELLÍSIMA MUESTRA DE RODIN EN EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES / ¿SABÍAN QUE FUE UN ESCULTOR DESPRECIADO EN NUESTRO PAÍS? / POR GONZALO SÁNCHEZ SEGOVIA

 
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Versión en yeso de la legendaria escultura «El Beso». 
 

ASÍ ES LA BELLÍSIMA MUESTRA DE RODIN EN EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES / ¿SABÍAN QUE FUE UN ESCULTOR DESPRECIADO EN NUESTRO PAÍS? / POR GONZALO SÁNCHEZ SEGOVIA. FOTOS: LUISINA FERNÁNDEZ.

Es 25 de mayo, pero en 1900, y una platea ilustre se prepara para revelar el homenaje que le han armado al prócer Domingo Faustino Sarmiento: una estatua esculpida por Auguste Rodin. Allí se encuentran Julio Argentino Roca, entonces presidente, ministros, funcionarios y una multitud que se calcula puede ser de hasta 150 mil personas.
Una vez presentada la estatua, el entusiasmo inicial se desvanece rápido. “Es difícil concebir algo más feo, vulgar, casi repulsivo y, por lo tanto, menos parecido a Sarmiento que el perfil de su estatua”, publica el diario La Nación. La reacción general obliga a que las autoridades tomen precauciones exageradas: durante una semana, la policía custodió la obra para evitar actos de vandalismo.
A pesar de que el público de esa época no estaba preparado para entender la obra de Rodin, con el tiempo el maestro francés ganó el reconocimiento que los artistas de esos días sí le daban. Cien años después de su muerte, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) inauguró la muestra Rodin. Centenario en Bellas Artes, que reúne 19 esculturas y tres dibujos del artista, todas pertenecientes a la colección del museo, y que podrá verse hasta el 29 de abril.
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«Las obras de Rodin siempre generan una reacción. Los visitantes se dejan impresionar, bien o mal, por las esculturas expuestas en la sala del MNBA. “Mirá la nariz”, le señala una chica de pelo corto, cámara en mano, a su mamá, que se enrosca en una explicación apasionada sobre la búsqueda estética de Rodin.»

 
No es casualidad que haya tantas obras de Rodin en el país, ya que tuvo un gran impacto en América y en especial en los artistas argentinos que eran jóvenes a principios del siglo XX, atraídos por la renovadora propuesta estética del escultor. “En ese sentido, dada la impronta de sus obras en nuestra visión del arte, podemos decir que Rodin ya es una costumbre argentina”, dice Andrés Duprat, director del MNBA.
La muestra, que MALEVA recorrió de punta a punta, está dominada por dos obras grandes y conocidas. Por un lado, El beso, una réplica en yeso de su escultura más popular, obsequio que el propio Rodin le hizo a Buenos Aires en 1907 como gratitud por los trabajos que le habían encargado. La otra es La Tierra y la Luna, que fue encargada en 1906 por Eduardo Schiaffino, primer director del MNBA.
Las obras de Rodin siempre generan una reacción. Los visitantes se dejan impresionar, bien o mal, por las esculturas expuestas en la sala del MNBA. “Mirá la nariz”, le señala una chica de pelo corto, cámara en mano, a su mamá, que se enrosca en una explicación apasionada sobre la búsqueda estética de Rodin. En otro rincón de la sala, ante la Cabeza del dolor, una mujer le comenta a otra: “Yo no veo que esté sufriendo demasiado”.
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«La muestra, que MALEVA recorrió de punta a punta, está dominada por dos obras grandes y conocidas. Por un lado, El beso, una réplica en yeso de su escultura más popular, obsequio que el propio Rodin le hizo a Buenos Aires en 1907 como gratitud por los trabajos que le habían encargado. La otra es La Tierra y la Luna, que fue encargada en 1906 por Eduardo Schiaffino, primer director del MNBA.»

Algo interesante de la muestra son los estudios, esculturas más pequeñas con un grado de detalle alto, que Rodin usaba como ensayo antes de esculpir la obra definitiva. Un ejemplo es el estudio preliminar de El beso, expuesto junto a la obra final. Ambas despiertan admiración entre los visitantes, que giran en torno a las esculturas y, sobre todo, intentan capturarlas en una misma foto.
La de Sarmiento no fue la única escultura incomprendida de Rodin. En 1898 presentó un yeso del escritor Honoré de Balzac que fue rechazado con fuerza tanto por quienes le encargaron el trabajo como por el público parisino. “Para mí, la escultura moderna no debe ser una imitación de la fotografía. El artista no sólo tiene que trabajar con su mano, sino sobre todo con su inteligencia”, dijo entonces Rodin ante la polémica que se generó.
“La figura de Auguste Rodin condensa los universos estéticos y culturales que dieron forma al último tramo del siglo XIX. Bisagra en las redefiniciones artísticas de entonces, su trabajo desafió las normas de armonía y equilibrio que regían en el academicismo clásico imperante”, explica Mariana Marchesi, directora artística del MNBA, en el texto curatorial.
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«La de Sarmiento no fue la única escultura incomprendida de Rodin. En 1898 presentó un yeso del escritor Honoré de Balzac que fue rechazado con fuerza tanto por quienes le encargaron el trabajo como por el público parisino. “Para mí, la escultura moderna no debe ser una imitación de la fotografía…»

En muchas de las obras expuestas en la muestra las figuras presentan posiciones que parecen imposibles, pero de todas maneras, a pesar de la visión rupturista de Rodin en su época, hoy transmiten armonía. “Hay en su obra movimiento, audacia temática, tragedia y, sobre todo, una libertad de concepción que atraviesan el devenir de las artes”, opina Duprat.
Después de la cuestionada escultura de Sarmiento, Rodin siguió haciendo trabajos por encargo para Buenos Aires, ciudad con la que generó un vínculo estrecho. Así fue como en el centenario de la Revolución de Mayo, cuando se inauguró la Plaza del Congreso, se instaló allí otra de sus esculturas más celébres, El pensador.
Rodin murió el 17 de noviembre de 1917 en su taller de Meudon, una comuna en la periferia de París, que hoy funciona como museo y es visitado por miles de personas todos los años. Es muy probable que su legado continúe influyendo en las próximas generaciones.