48 HS EN BARILOCHE: CUANDO SÓLO HAY TIEMPO PARA LO BUENO (Y LO RICO) / POR SOL DI VITO (DESDE BARILOCHE)

 
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El hotel del Casco, arte y una ubicación sublime sobre el lago

48 HS EN BARILOCHE: CUANDO SÓLO HAY TIEMPO PARA LO BUENO (Y LO RICO) / POR SOL DI VITO (DESDE BARILOCHE).

Voy a afirmar dos verdades: a San Carlos de Bariloche no se va sólo “de mochilero” y no se lo visita solo una vez en la vida. Muy por el contrario, al paraíso a la orilla del lago Nahuel Huapi uno lo redescubre en cada encuentro, cara a cara con esta ciudad de horizontes rocosos. La primera vez que fui, como toda adolescente, quise cumplir la fantasía de viajar por unas semanas con una mochila al hombro y amigas al costado, sin más transporte que un dedo levantado al borde de la ruta. Mi segunda travesía allí, fue muy diferente. Cuando el tiempo para disfrutar el destino andino elegido por miles de turistas al año es escaso, cada segundo cuenta. Y cuando cada segundo cuenta, solo hay tiempo para lo bueno. Durante mis días allí, el clima me obligó a refugiarme de la lluvia y la nieve. Con la excusa perfecta, el único turismo posible era el gastronómico. Me dediqué a comer –no me quejo. Un viaje fugaz y gourmet con solo lo mejor del destino.

1) DURMIENDO ENTRE OBRAS MAESTRAS: EL CASCO HOTEL Y SU RESTAURANTE INMEJORABLE (AV.BUSTILLO KM 11,5) 

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Porque no se puede hablar de lujo sin hospedarse en un hotel cinco estrellas. ¿Y si además te asegurás dormir con un artista? Mitad galería de arte, mitad hotel boutique, El Casco cuenta con más de 400 obras realizadas por talentos argentinos. Cada una de sus 33 habitaciones posee el nombre de uno de ellos y sus cuadros decoran sus paredes. Yo compartí mi estadía con Oscar Vaz, un reconocido pintor marinista fallecido hace ya más de veinte años cuyas nostálgicas pinturas, al igual que el resto de las piezas en el hotel, se encuentran a la venta. Pero había un cuadro, un paisaje, una pintura en mi cuarto que destacaba sobre las otras. Su marco, la ventana. Del otro lado del vidrio, la orilla del lago Nahuel Huapí, la cordillera asomándose a lo lejos y un simpático barco que parecía estar allí con la mera intención de embellecer aquel paisaje inmejorable, era lo primero que veía al despertar y lo último que admiraba cada noche. Con un espectacular spa con pileta climatizada in-out y un jardín desde donde disfrutar cada atardecer, El Casco es el elegido por muchos –me crucé nada menos que con la princesa de Kuwait por los pasillos. Pero no es solo sus únicas instalaciones lo que lo hacen uno de los favoritos. Su restaurante, con un menú de no más de tres opciones por paso, es una de sus mejores propuestas. Platos pensados, sabrosos y, sobretodo, muy lindos (atentos instagramers foodies) en un entorno íntimo con vistas al lago son razón suficiente para hospedarse allí.

2) EMPEZAR EL DÍA EN CAFÉ DELIRANTE: EL MEJOR CAFÉ DE BARILOCHE / AV.DE LOS PIONEROS 4962

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Antes de un largo día de turismo, se necesita café. Para muchos, el tomar una buena taza puede ser mucho más que solo una manera de comenzar la mañana; para los que saben puede ser el momento más gourmet del día. Y si de tostadores se trata, José, las manos y mente detrás de Café Delirante, es simplemente el maestro cafetero de Bariloche. “Yo pensé que era sensible a la cafeína”, confiesa “pero no, era sensible al mal café”. Su local, que honra su nombre con todas las letras, está ubicado frente al Teleférico Cerro Otto -nada mejor que ver aquellas simpáticas cabinas rojas sobrevolando un irresistible Flat White. Entre sus particularidades, tuestan los granos a la vista, aceptan Bitcoins y sirven el café un poco más frío de lo que estamos acostumbrados. “Si lo querés un poco más caliente, avisale al barista!” se lee el pizarrón tras la caja, pero ellos aseguran que 65 grados es la temperatura ideal para apreciar verdaderamente un buen café. Además, ofrecen capacitaciones, entrenan meticulosamente a sus baristas y tienen un blog cafetero con sus recomendaciones para saber donde tomar café en Buenos Aires. El recomendado de la casa es el tiramisú elaborado con el mismo café que sirven en cada taza, un maridaje perfecto. Si algo es cierto, es que una vez que se conoce el buen café, ya no se puede volver al instantáneo batido.

3) ALMUERZO DE MONTAÑA EN EL REFUGIO BERGOHFF (CERRO OTTO) 

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¿Quién dijo que un almuerzo en la montaña no puede ser una experiencia de lujo? Para quienes les guste el concepto de los refugios (acogedoras construcciones en la mitad de la montaña) pero no sean tan fanáticos del trekking, a este acogedor refugio se puede llegar en auto y unos minutos de caminata – mientras llovía admito casi tropezar más de una vez. Comida casera –y por eso tanto más rica- como unos ricos sorrentinos o un potente goulash para combatir el frío nos esperaban junto al fuego de una atrapante chimenea a leña. A comer. Mientras daba el primer bocado, una chica rubia de pelo largo y voz memorable apareció sin introducción y dio vida a las diez cuerdas de su charango. Y sin más, nos encontrábamos en una escena digna de cualquier película ganadora de un Oscar.  La nieve caía, la chimenea crepitaba, las nubles pintaban de gris el canvas blanco del otro lado de la ventana y la música era la banda sonora de nuestro propio film de Hollywood. Una breve parada a la antigua casa de Otto Mailing, hoy convertida en museo, y a seguir camino.

4) EL POSTRE: DEGUSTACIÓN DE CHOCOLATES BELGAS EN LA FÁBRICA DE CHOCOLATES VAN WYNSBERGHE AV.BUSTILLO KM 15,5

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Porque a Rapanui lo tenemos en Buenos Aires, porque Mamushka ya casi es un cliché y porque el chocolate más refinado del mundo es el belga, una degustación de chocolates VanWynsberghe es el postre perfecto. Esta chocolatería, un negocio familiar nacido en Llao Llao, cuenta con un Concept Store en la galería comercial del hotel del mismo nombre y una fábrica boutique donde se elaboran los productos y se puede ir a tomar el té. Pero su servicio principal son sus imperdibles catas de chocolate. Con una duración de aproximadamente 40 minutos, se empieza, por supuesto, por el principio. Si nunca probaron un grano de cacao, he aquí un dato impactante: no es dulce (y bastante feo, si soy honesta). A lo largo de esta degustación, sin embargo, se pueden probar –con la correcta técnica- los distintos procesos sobre este grano con diferentes porcentajes de amargor (como chocolates de Perú y Madagascar) hasta llegar al refinamiento último, el belga. A continuación, lo que a todos nos interesa: los bombones con sabor a Patagonia y chocolates especiados. Aquí, el imperdible es el bombón estrella con ganache de lavanda (y una buena taza de chocolate caliente!). Salí de ahí con mi dosis de chocolate suficiente por unos cuantos días.
 

5) LO SIMPLE NO SIEMPRE ES FÁCIL: CENA EN ÁNIMA (RUTA PROVINCIAL 77 NO 18623)

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Recién salido del horno, en Ánima la propuesta es comida a conciencia y no a la moda. Atendido por sus dueños, una joven pareja que vivió años en Bariloche, su cocina es simple, “no por fácil, lo simple es síntesis de algo aún más complejo”, explican. Se trata de una simpática casita al borde del bosque ambientado para que cada cliente se sienta en su casa. Además, en el baño se pueden encontrar tic tacs, kits por si se corre el maquillaje y otros detalles que suman mucho con poco. “Lo pensamos para esos momentos incómodos de las citas, tratamos de pensar en todo eso”, se ríen. Su menú es único, dividido en “Mientras espero” y “Platos y platillos”, tiene propuestas con ingredientes de estación como Pantumarca y jamón serrano a $120,  trucha curada y ricota casera a $235y “arroz de mar y montaña” a $360. El menú de vinos tiene también una división particular: Tintos afrutados redondos, tintos potentes con cuerpo o blancos maduros y amplios, entre otros. Un dato de color es que, para los habitués que ya probaron todo el menú, el chef cocina platos fuera de la carta, ejemplo perfecto de la atención personalizada que caracteriza a Ánima.

6) BRINDAR EN LA CERVECERÍA PATAGONIA CON UNA VISTA SUBLIME / RUTA 77 – KM 24,7

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Sí, no parece haber nada demasiado exclusivo en tomarse unas cervezas en la tan aclamada Cervecería Patagonia. Pero a veces, lo común es común y lo popular es popular porque es bueno. Y para quienes son adeptos a las cervezas Patagonia, tomarse una 24.7 en el km 24.7, en la cuna donde todo nació, es la salida del año. Con doble IPAs casi masticables y cervezas de estación que solo se pueden encontrar allí (la de invierno con mayor graduación alcohólica y la de verano con jengibre) en su menú se pueden encontrar algunas joyitas, como el helado de lúpulo y frutos rojos. Con shows de bandas locales e incluso disponibilidad para alquilar el mismo salón, es su vista al borde del lago la razón por la que es una parada imperdible en cualquier viaje al sur. Porque aquel paisaje es el que nos hace volver una y otra vez.
Fotos: todas son gentileza de los hoteles, restaurantes y bares mencionados.