UN VIAJE EN CAMPERVAN POR LA COSTA BRAVA: DESDE BARCELONA HASTA FRANCIA ENTRE CALAS MARAVILLOSAS / POR CONSTANZA COLL (DESDE CATALUÑA)

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Nuestra «muy vistosa» Camper verde

 

UN VIAJE EN CAMPERVAN POR LA COSTA BRAVA: DESDE BARCELONA A FRANCIA ENTRE CALAS MARAVILLOSAS / POR CONSTANZA COLL (DESDE CATALUÑA)

Siempre digo que, si tuviera que elegir una ciudad en el mundo para quedarme a vivir para siempre, esa sería Barcelona. Una ciudad con Mediterráneo, plagado de bares en todos los barrios, con mercados para comer al paso, el Park Güell, casonas, iglesias y calles medievales, pero también las avenidas más coquetas y cosmopolitas, como el Paseo de Gracia, donde no sólo hay tiendas de Louis Vuitton, Prada y Cartier, sino que la gente, efectivamente, compra. Tuvimos una semana de cielo azul Barcelona antes de subirnos a la campervan para salir a la ruta, más precisamente, a la carretera N-II, que nace en Madrid y viaja hasta la frontera con Francia.

LA CAMPER: UN VW ESTILO CALIFORNIA CON HORNALLAS, CAMA DOBLE Y AIRE ACONDICIONADO 

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Estacionada junto a sus compañeras de la rentadora Cargoling, la campervan que nos tocó era una Volkswagen California T4, color verde, muy vistosa, equipada con una cocina con dos hornallas, bacha con canilla, heladera, una mesa rebatible, dos camas dobles, aire acondicionado y estufa, y un techo que se desplegaba hacia arriba como un fuelle, para que uno pudiera entrar parado. Salimos del barrio gótico con el tráfico de un viernes, dejamos atrás las ramblas y el monumento de Colón, y pusimos nuestra primera dirección en el GPS: el restaurante MOT, en Arenys de Mar. En ningún momento de este viaje se pasó hambre, ni mucho menos, pero recuerdo especialmente ese almuerzo, con carpaccio de pulpo, raviolones de bacalao y corvina con almejas del puerto (hotelvilaarenys.com).
*Cargoling alquila campervans como la que se menciona en la nota, para 2, 4 y 6 personas. También ofrece extras como GPS, sillitas para niños, sábanas y toallas. Desde 55 euros por día, en temporada baja (cargoling.com).

ENTRE EL MAR Y LOS PIRINEOS

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Las distancias en nuestra hoja de ruta eran demasiado cortas, tanto así, que buscábamos desvíos y nos perdíamos a propósito, para estirar los viajes. No sólo por el placer que da hacerse a la ruta, sino por la ruta en sí misma, custodiada por el Mediterráneo de un lado, y por los Pirineos nevados del otro. Casi siempre angosta, con una mano de ida y una mano de vuelta, la N-II trepaba y le daba vueltas a las montañas, se metía por los túneles excavados en la piedra, y bajaba hasta la playa de calas redondas, mínimas, rodeadas de caseríos blancos. Pasamos por Tossa de Mar, Calonge y Platja D´Aro, y paramos a pasar la primera noche en Llafranc. Desde entonces, son dos los lugares en el mundo donde podría quedarme a vivir para siempre.
* En Llafranc, el Hotel Llevant es administrado por la 4° generación de la familia Farrarons. De la selección Costa Brava Hotels, tiene 26 habitaciones, terrazas al mar y un restaurante de cocina regional moderna (hotel-llevant.com).

EL GOLFO DE ROSAS, UNA CALA MÁS LINDA QUE LA OTRA Y GASTRONOMÍA MARAVILLOSA

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En el municipio de Girona, Begur fue otro favorito de este viaje por la Costa Brava. Ahí no hay GPS que valga, los caminos de montaña se bifurcan, trifurcan, terminan de repente, y en la pantalla del GPS el autito aparece sobrevolando un espacio indefinido, abstracto. Los carteles, en los postes, se apilan de a cinco o seis, con flechas que señalan, más o menos, las calas más lindas de Begur: Sa Tuna, Sa Riera, Illa Roja, Aiguafreda, Fornells, Platja Fonda, y la lista sigue. Pasamos el día entre una cala y la siguiente, parando la campervan en las orillas y montando picnics en la primera línea, con vistas al mar cristalino y picadas a base de jamón serrano, queso manchego y tortillas. Luego seguimos hacia el norte por la ruta C-31 hasta Roses, a una hora de Begur, donde vimos cómo se iba el sol tiñendo todo de color rojo: las casas amontonadas en el acantilado, el muelle y los veleros, la arena, los chicos jugando en una plaza.
*En Roses está El Bulli, restaurante mundialmente famoso del chef Ferran Adria. Si bien cerró en 2011 para convertirse en una fundación, contagió de pasión por la cocina a los vecinos. Hoy Roses es un polo gastronómico destacado en España. Acá, se recomienda dormir en el Hotel 1935, de la colección Petits Grans Hotels de Catalunya (hotel1935.com).

UNIVERSO DALI, UNA PROBADITA DE FRANCIA Y LA FRONTERA MÁS BLANDA DEL MUNDO

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De Roses a Cadaqués hay unos quince kilómetros por camino de montaña. En este tramo del camino, y en todo el viaje en general, vimos cantidad de ciclistas, que iban bajando desde Francia, o subiendo por todo España. Tantos ciclistas como familias en campervan o motorhome: la Costa Brava está plagada de espacios de estacionamiento para pernoctar y camping, a unos 10-15 euros la noche. En Cadaqués nació Salvador Dalí, y vivió alternando estadías junto al Mediterráneo en su pueblo natal, con estadías en Figueras, la ciudad donde montó su Teatro-Museo: en un teatro construido en 1849, y destruido durante la Guerra Civil Española, el artista se ocupó de reciclar y montar su propio museo, proyecto en el que incluyó hasta la última habitación donde durmió y su tumba. Salimos de Cadaqués, atravesamos la Sierra de Rodes y salimos de España por la frontera más blandita que vimos en nuestra vida: “Bienvenidos a Francia”.
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Ya totalmente fuera de nuestra hoja de ruta, el primer pueblo francés con el que dimos fue Colliure, que nos recibió un domingo de nubes cargadas, con una feria de productos regionales, dulces y stands de comida para probar al paso: quiche de brócoli, fuet con pistachos, hojaldre de almendras. En una esquina, un cuarteto de jazz llenaba el aire húmedo, y un poco más allá, bajo un antiguo campanario, los vecinos tomaban su segunda ronda de café. Quisimos ir un poco más allá antes de pegar la vuelta hacia Barcelona. Seguimos el consejo de un argentino que vivía en Colliure y nos fuimos hasta Carcassonne, unos 150 kilómetros en dirección N-NO. Carcassonne tiene una ciudadela y un castillo medieval, rodeados de una muralla doble por la que se puede caminar. Corría el sexto día a bordo de la campervan, y al séptimo, como Dios manda, tenía que estar descansando en su parking de Barcelona. Sin pensarlo dos veces, dejamos Carcassonne atrás por las autopistas A9 de Francia y AP-7 de España. Todo lo que hicimos en seis días, parando y recorriendo a pata suelta, lo deshicimos en unos cuantos peajes, a 120 kilómetros por hora, en tres horas con quince minutos.
* En Barcelona, antes de cualquier cosa, vale la pena pasar por un punto de información turística (barcelonaturisme.com). Para primerizos se recomienda hacer el bus turístico, para tener un paneo general de la ciudad. Un top 5 de visitas obligadas podría ser: Parque Güell, Casa Battló, Mercado de la Boquería, Iglesia Sagrada Familia, Ramblas y Monumento de Colón. Para dormir, lo mejor de lo mejor es el Hotel Majestic 5* (hotelmajestic.es). Otra opción muy canchera es Casa Gracia, como un hostel de lujo, con un bar en el sótano, cocina equipada, habitaciones privadas y compartidas (casagraciabcn.com).
Más información: www.tourspain.es / www.spain.info
 

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