Soy un Bohemio freaky psicodélico nostálgico de Chacalermo

 

 
¡Buenas buenas! Mi nombre es Andrés Kilstein. Soy sociólogo, aforista y cronista de TV. Algo de mi inadecuado vestuario des-pop-lijo ya me habrá delatado. Quienes me cruzaron en la calle, en el ciclo Morbo de la medianoche en el Malba, o frikiandola entre las mesas de bares donde alguna vez ofrecí mi libro, ya habrán reconocido mi indisimulable porte de Bohemio Freaky Psicodélico. Sí, exacto, allí se ubica mi Sol. Soy un bohemio freaky psicodélico con ascendente en Intelectual del Nacional de Buenos Aires, y la Luna en Nati la chica progre.
¿Qué es todo esto? Coordenadas imprescindibles para organizar la experiencia cotidiana. La sistematización que hacen los astros de nuestra vivencia de reconocimiento y jerarquización social. La tipificación weberiana para simplificar una interacción dada.
El bohemio freaky psicodélico (de cuya cruza con el Cool esteticista se obtiene el contemporáneo Hipster) es conducido en su impulso y frenesí a la frontera de la valoración social, empujado a las puertas del terreno lumpen. “Simplemente descentrado, para terminar su aventura a cada momento, para sentirse desnudo en una cama, sudando y más allá del coger”. El cuadro es atenuado por el ascendente en Intelectual del Nacional de Buenos Aires (el ascendente, no olvidar, es la forma en que nos ven los demás), que impone esa profunda sensibilidad grabada en la piel durante la adolescencia, perdurable para el resto de los días, esa búsqueda constante, por los campos de la vida, del exalumno perdido (como aquella que forzaría la separación, menos probable, de los gemelos Castor y Pólux). La Luna, que guía las energías amorosas con el empeño con que Artemisa lideraba a su jauría, lo vuelve un nostálgico de Chacalermo, un principista deseoso de alcanzar el núcleo íntimo de la verdad étnico-alternativa en sus parejas.
Ahora que nos conocemos mejor, podemos comenzar este recorrido.