MUSAS DE BUENOS AIRES

 

 
Por Santiago Casanello
Fotos Jacinto Freixas
Para leer esta nota puede ser un plus poner de fondo el tango El Choclo, o Verano Porteño de Astor Piazzolla o Alfonsina y el Mar cantada por Mercedes Sosa. Melodías que dejen a una fracción de la mente transitar una melancolía reflexiva. De nostalgia. Con el play puesto, hay que ir hacia una pared retirada y al fondo. Adentro de la librería de la Casa de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en Avenida de Mayo 575. Allí hay unos caños dorados y dos cajas. Es una de las puntas de un viejo sistema de comunicación hidráulico que se usó a principios del siglo XX. La otra punta está en Azopardo y Belgrano, donde funciona la sede del sindicato de trabajadores de edificios. Primicias que quemaban, polémicas columnas, largas crónicas, cables informativos, poemas y provocadores editoriales pasaron a velocidad de pum, aire comprimido, por la tubería. Algunos de esos textos llevaban la firma de Jorge Luis Borges. Donde hoy está la Casa de la Cultura era el diario La Prensa y su imprenta donde ahora es la sede gremial.  El autor del Aleph colaboraba con el diario y pisó su redacción para conversar con los editores, para cobrar las notas, para discutir con sus colegas. Tal vez para aproximar alguno de sus trabajos a las cajas de los tubos. Ya había lanzado Fervor de Buenos Aires. El centro de la Ciudad, sobre todo el eje de la Avenida de Mayo, está repleto de lugares o que inspiraron a los grandes de las letras porteñas o que formaron parte de sus vidas, marcando su obra. Mesas de café, rincones de librerías, galerías que ya no existen. Pocos de los que patean la avenida conocen esas historias. Para descubrir a las «musas y narrativas del Casco Histórico» el ministerio de Cultura de la Ciudad empezó a organizar itinerarios temáticos con guías especializados. Maleva participó de uno guiado por un especialista y se encontró con:
 
El hueso de Cortázar en la Pirámide de Mayo

 
«Todo Buenos Aires viene a ver el hueso –dijo –Anoche llegó un tren de Tucumán con mil quinientos obreros. Hay baile popular delante de la Municipalidad. Fijate como desvían el tráfico en la esquina. Vamos a tener un calor bárbaro (…) Miles de hombres y mujeres vestidos igual, de gris topo, azul, habano, a veces verde oscuro…”
Julio Cortázar, El Examen.
En el año 1950, quien imaginó a la Maga, escribió la novela El Examen. En sus páginas describe un insólito santuario dentro de una improvisada carpa atada a la Pirámide de Mayo donde hay poca cosa: un hueso. Pero decenas de miles de personas peregrinan en masa para adorarlo. No más que un hueso. El autor de Rayuela quiso en esa escena retratar al peronismo. A una supuesta doctrina política carente de contenido que cautiva a las masas, según su opinión de esa época. En el Examen, Buenos Aires está tomada por la niebla en una atmósfera fantasmagórica.
 
La Prensa y el Borges cronista





 
«No necesito hablar ni mentir privilegios; bien me conocen quienes aquí me rodean, bien saben mis congojas y mi flaqueza»
Jorge Luis Borges, Fervor de Buenos Aires
El edificio de la Prensa fue construido entre 1898 y 1902. Fue diseñado en Francia y asombró a sus contemporáneos. El portón trabajado (el de la foto) era la entrada a una galería que tenía salida hacia la Avenida Rivadavia y a donde entraban sin pausa y al trote caballos sobre el lomo de los que se cargaban las distintas ediciones del periódico para ser distribuidas. Hoy tras la puerta hay un garaje de autos de funcionarios. En los veinte la prensa empezó a contar con una firma que empezaba a destacarse, la de Jorge Luis Borges, quien habrá observado con interés, cada vez que pisaba la recepción, los casi tribales símbolos en el suelo. Símbolos masones.
 
El precedente de Rayuela 


 
«Era en el London de Perú y Avenida; eran las cinco y diez. ¿La marquesa salió a las cinco? López movióla cabeza para desechar el recuerdo incompleto, y probó su Quilmes Cristal. No estaba bastante fría. —Cuando a uno lo sacan de sus hábitos es como el pescado fuera del agua —dijo el doctor Restelli, mirando su vaso—. Estoy muy acostumbrado al mate dulce de las cuatro, sabe. Fíjese en esa dama que sale del subte, no sé si la alcanzará a ver, hay tantos transeúntes. Ahí va, me refiero a la rubia.¿Encontraremos viajeras tan rubias y livianas en nuestro amable crucero? «
Los Premios,  Julio Cortázar 
Las mesas del Café London, en la esquina de Perú, son cobijo de roscas políticas y paréntesis de la adrenalina del Microcentro. En 1960 Cortázar escribió Los Premios, el libro que es considerado la antesala estilística de Rayuela, el amague antes de la gran jugada literaria de su vida. Y parte de la trama sucede en el London, además de que fragmentos del libro los habría escrito en el mismo café, pocillo de por medio.
 
El Puchero del nicaraguense

 
“Mía: así te llamas.¿Qué más harmonía?Mía: luz del día, Mía: rosas, llamas… . . .¡Qué aroma derramas En el alma mía. Si sé que me amas, ¡Oh Mía! ¡oh Mía!.. . . .Tu sexo fundiste con mi sexo fuerte, Fundiendo dos bronces… . . .Yo triste, tú triste…¿No has de ser entonces mía hasta la muerte?”
Prosas Profanas, Rubén Darío
La fachada setentosa ni fú ni fá y el edificio de vidrios desgastados que hay arriba disimulan que el Pedemonte – Av de Mayo 682 – es uno de los restós con más tradición de la Ciudad. Fue fundado en 1890 y los entendidos lo conocen como «el restaurant de los presidentes». A pie religiosamente iban los mediodías desde la Casa Rosada presidentes como Bartolomé Mitre, Torcuato Alvear y Miguel Ángel Juárez Celman. Del espectro de las letras, dos emblemas fueron habitués e incondicionales de su puchero: Leopoldo Lugones y Rubén Darío. El poeta del modernismo vivió en Capital entre 1893 y 1898. Fue una etapa de mucha efervescencia creativa en la que engendró Los Raros y Prosas Profanas. Y de cierto desenfreno por problemas con el alcohol y precariedad económica. El Pedemonte mitigaba sus días.
 
El Sotano de Quinquela, Alfonsina y Carlitos 





 
«Tú me dijiste: no lloró mi padre;
tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
no han llorado los hombres de mi raza,
eran de acero.
Así diciendo te brotó una lágrima
y me cayó en la boca, más veneno yo no he bebido /
nunca en otro vaso así pequeño.»
Alfonsina Storni
¿El Tortoni necesita presentación? Se puede hablar, mejor, de la Peña de las Artes. Así se llamaba un espacio en el sotano de la confitería en el que artistas y pensadores – consagrados y otros fondeados en la bohemia – se juntaban para hallarse entre iguales y pasarla bien. Funcionó entre 1926 y 1943 y la capitaneó el pintor de la Boca Benito Quinquela Martín, quien copió la idea de mítines similares que había conocido en París. Filosofía, política, conciertos, conferencias, debates acalorados. Uno de sus miembros era nada menos que Carlos Gardel quien hasta  se cantó en ocasiones contadas unos tangos (Gardel tenía una discreta mesa en el Tortoni que estaba ubicada de tal modo que sus numerosos fans no lo abordaran). A la peña también iban Borges, Roberto Arlt, Baldomero Fernández Moreno – entre otros escritores – pero una de las que más cómoda se sentía en el subsuelo era Alfonsina Storni.  Lo que en aquella época llamaba la atención porque todavía muchos no veían con buenos ojos que las mujeres participaran de encuentros de este tipo.
 
El túnel de Sábato


 
«Yo no decía nada. Hermosos sentimientos y sombrías ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. -Nunca más, nunca más- pensé, mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarla al abismo, conmigo. «
Ernesto Sábato
El Túnel de Ernesto Sábato no se debe a la librería El Túnel – Avenida de Mayo 767 – pero el nombre de la librería sí es un homenaje a Sábato porque el vecino de Santos Lugares se pasaba largos ratos husmeando en las mesas y estantes de este templo del libro antiguo cuando estaba por Capital.
 
La librería de Martín Fierro

 
» Atención pido al silencio
y silencio a la atención
que voy en esta ocasión
si me ayuda la memoria
a mostrarles que a mi historia
le faltaba lo mejor.
Viene uno como dormido
cuando vuelve del desierto;
veré si a explicarme acierto
entre gente tan bizzarra
y si al sentir la guitarra
de mi sueño me despierto.
Siento que mi pecho tiembla
que se turba mi razón
y de la vigüela al son imploro
a la alma de un sabio
que venga a mover mi labio
y alentar mi corazón. «
La Vuelta de Martín Fierro, José Hernández
En Tacuarí 17 está el Hotel la Giralda. Pero antes estaba la Librería del Plata, que era propiedad de José Hernández. Fue donde se publicó por primera vez «La Vuelta de Martín Fierro» en 1879. 20.000 ejemplares de tirada, un super best seller de la época.
 
La preferida de Alfredo Bravo y Juan Sasturain

 
«En los años siguientes, que coincidieron con los más duros y sombríos de la década, San Jodete y el sanjodetismo en todas sus variantes pasaron por múltiples avatares. Entre el activismo hubo mártires y claudicantes, luchas internas y conducciones alternativamente fieles o traidoras a un dogma lábil, inasible, pasto de aventureros de cuerpo y alma.»
Juan Sasturain
El dirigente socialista era un cliente habitual de esta librería ubicada casi en la esquina de Avenida de Mayo y 9 de julio. La pluma detrás de Manual de Perdedores lo sigue siendo.
 


 
Un Quijote sin Sancho

 
» Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén.»
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes
Es la estatua más importante dedicada a un personaje literario. Algunos cervantinos destacan que llama la atención que no esté Sancho Panza. Es reciente: fue inaugurada en 1980 para los 400 años de la segunda fundación porteña con la presencia de la Reina Sofía de España. Es del escultor andaluz Andrés Tena y está sobre una base llana que representa la llanura de la Mancha y – probablemente – un paralelismo con la pampa. Hay una estatua similar en Washington.
 
Federico en Bata


 
«Tú eres más rica que yo. Las viñas valen un capital. Cada pámpano una moneda de plata. Lo que siento es que las tierras…. ¿entiendes?… estén separadas. A mí me gusta todo junto. Una espina tengo en el corazón, y es la huertecilla esa metida entre mis tierras, que no me quieren vender por todo el oro del mundo.»
Federico García Lorca, Bodas de Sangre
En el hotel Castelar (Avenida de Mayo 1152) vivió Federico García Lorca. En los años 33 y 34 del siglo pasado. Había llegado a Buenos Aires para presentar Bodas de Sangre, pensaba quedarse unos días, pero el imán rioplatense lo convirtió en un vecino porteño. El cuarto del hotel donde se alojó ahora es un museo. Una costumbre que tenía el poeta era salir a caminar en bata por la avenida, como si estuviera en el patio – andaluz – de su casa. «En cada calle de esta ciudad, en cada paseo dejo un recuerdo mío» dijo el genio fusilado en 1936. Pablo Neruda también estuvo por Buenos Aires en esa época y describió a su par español como «El Hombre más feliz que conocí». La presentación de Bodas de Sangre fue en el teatro Avenida, pegado al Castelar y actuó Lola Membrives.
 
La Vara de Fuego


 
«Alberto no me ha escrito ni una línea; se ha ido después de ‘tenerme’ como si fuera una perra. Es infame, porque ya  no hago otra cosa que pensar en esto… y tengo tanta
vergüenza de pensar que pueda ser nada más que mi cuerpo que reclama el suyo […]. Es tan fácil decirlo: voy a tener un hijo de Alberto»
Abelardo Arias, la Vara de Fuego
El hotel Chile de Avenida de Mayo y Santiago del Estero es uno de los mayores exponentes de Art Nouveau de la Ciudad. Si bien no lo menciona, por la descripción de sus balcones, se cree que Abelardo Arias situó allí parte de la trama de La Vara de Fuego.
 
Arlt y el edificio de la Policía Federal

 
«Creía verla fuera del tiempo y del espacio, en un paisaje sequizo, la llanura parda y el cielo metálico de tan azul. Yo era tan pequeño que ni caminar podía, y ella flagelada por las sombras, angustiadísima, caminaba a la orilla de los caminos, llevándome en sus brazos, calentándome las rodillas con el pecho, estrechando todo mi cuerpecito
contra su cuerpo mezquino»
Roberto Arlt, El Juguete Rabioso
Donde ahora tiene sus oficinas la Policía Federal – Avenida de Mayo 1333 – fue la sede del famoso diario Crítica de Natalio Botana. Borges, Raúl González Tuñón y Roberto Arlt fueron asiduos colaboradores. Paradójico destino para el edificio, pensaría Arlt, quien se destacó como cronista de policiales y solía retratar el mundo del hampa.
 
La máquina de Piglia

 
En el libro la Ciudad Ausente (1992) de Ricardo Piglia una misteriosa máquina produce historias en la Ciudad y uno de los lugares donde sucede la trama es el ex Hotel Majestic (Avenida de Mayo y Santiago del Estero) donde la Afip tiene ahora una de sus sedes.
 
El Palacio del Dante


 

«Hemos venido al lugar donde te dije
habías de ver la gente adolorida,
las que han perdido el bien del intelecto.
Después su mano en la mía puso
con rostro sonriente me reanimó,
y me introdujo adentro a las secretas cosas.»
Divina Comedia, Dante Alighieri
El Palacio Barolo – Avenida de Mayo 1370 – fue el primer rascacielos de la Ciudad. Su arquitecto Mario Palanti era un estudioso de la Divina Comedia de Dante y plasmó en el diseño y decoración del edificio, un sinfín de referencias a ella. El Barolo está dividido en infierno, purgatorio y cielo. Tiene nueve bóvedas en el acceso que representan a los nueve pasos de iniciación y nueve jerarquías infernales. La altura del edificio es de 100 metros, la misma cifra que los cantos de Dante y sus 22 pisos son por los 22 versos de la Divina Comedia. El faro que tiene encima representa a los coros angelicales. Tan obsesionado estaba Palanti con el poeta italiano que quiso llevar sus restos al Barolo. En el hall hay una escultura que es donde habrían sido depositados.
Investigación: Sebastián Albertini