LOS NOMBRES Y LAS HISTORIAS DE LOS QUE HACEN LAS BICIS MÁS LINDAS

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Buenos Aires tiene cada vez más talleres de bicis de diseño, suelen ser lugares con una estética que te cautiva

 

LOS NOMBRES Y LAS HISTORIAS DE LOS QUE HACEN LAS BICIS MÁS LINDAS. POR MARÍA PAZ MOLTEDO. FOTOS: JACINTO FREIXAS.

Pedalearon en reversa, y retrocedieron 40, 50 y hasta 60 años para rescatar una esencia y replicarla en la actualidad, de la mano del boom de la bici como transporte urbano, de la manera más chic y canchera. Son los creadores de las bicicletas más lindas de la ciudad. Y los pioneros de la nueva ola de fabricantes de bicis. Rodados con una influencia de aquellas de Holanda, Francia e Italia de hace cinco décadas. Con un culto detrás, una historia y una estética delicada, ágil, vintage pero con modernidad. Y lo hacen como si estuvieran pedaleando: con alegría, cadencia, instinto aventurero, y ganas de llevarse el mundo por delante. Y con la elegancia de los artesanos. Ellos proponen, y los ciclistas urbanos disponen. Maleva los entrevistó.

La magia de Santiago Oliver (Born in Garage)

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Desde muy chico que Oliver aprendió – pasando por bicicleterías – el oficio

Nació rodeado de creadores e imaginadores: un padrino que acondicionó un velero para dar la vuelta al mundo, un padre navegante y un pseudo abuelo ingenioso con taller de bicicletas propio. Con 8 años, su papá le acondicionó una bicicleta para que pueda correr BMX. Después empezó a hacer “carrera” en la bicicletería Nodari, cambiando gomines, inflando ruedas. “No toques, mirá y aprendé”, le decía el dueño.
Los años pasaron y siguió aprendiendo entre la bicicletería, una guardería de bicis en una estación de tren, un local de tattoos y largos viajes a pedal. Cada una de esas experiencias se engranó cual cadena de bici a su pasión, hasta llevarlo a armar sus propias obras de arte sobre ruedas. Empezó en un cuarto prestado en el PH donde vivía. Dos años después en 2010 abrió Born in Garage, su galpón oculto en Colegiales, donde crea bicis aclamadas por fanáticos, ciclistas y gentes de distintos países del mundo. En las paredes cuelgan: desde una reciclada para un enano que vive en Córdoba, otra para un chico de Ushuaia que quiere andar cuando no hay hielo, una Bianchi de un ex triatleta de los ’60 y muchísimas otras con colores, estilos, cuadros, estéticas distintas y una historia oculta que dan ganas de leer.
Oliver está sponsoreado oficialmente por Shimano, tiene a tres “aprendices” y un grupo de “fieles” con los que formó 700 Night Riders: una logia de clientes amigos que se enamoraron de su mundo y desde ahí se juntan los martes a la noche para hacer bicicleteadas larguísimas.
¿Cuál es tu sello personal en cada una de las bicis que hacés?Todas son distintas, ninguna se parece a la otra. Lo que sí mantienen es un culto, una historia, herramientas que tienen el doble de mi edad (37). Con la nueva “moda” de andar en bici, llega mucha gente que viene a buscar una por status y cuando la termino de armar a los cuatro meses, ven tantas cosas más a partir de eso, que les cambio la vida sin querer.
¿Qué ves en una bici antigua que no veas en una moderna?
Lo antiguo me gusta mucho por una ideología de vida, de velocidades, formas y tiempos que me gusta llevar; una bici del año ’40 era para alguien que tenía que ir a la fábrica a las 7 y se levantaba a las 5, desayunaba, se afeitaba, se ponía gomina, iba despacito para no llegar transpirado. Hoy todo tiene otro ritmo. Y a mí me gusta decir, ¡pará! Yo trabajo de la misma forma en que ando en bicicleta, con esas revoluciones. A veces me cuesta mucho terminar una bici, porque no quiero que se termine.

NATAN BURTA Y EL TOQUE EUROPEO (MONOCHROME)

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Natan en su exquisito local de Monochrome en Palermo, una marca argentina que ya suena fuerte afuera

Lorette, Francois, Ninette y Bernard eran ciclistas corredores franceses de los ’40, y desde hace cuatro años son los nombres con los que Natan Burta, diseñador industrial, bautizó a sus cuatro caballos de batalla sobre ruedas. Con un estudio de mercado descubrió que había muchos lotes de bicis viejas en desuso que se vendían para rellenar terrenos, y que el argentino apreciaba lo artesanal y las tendencias de afuera. Con la  data de que en Europa el ciclismo “lo era todo” desde hacía 10 años y la vuelta a los ’80 a nivel estético, desarolló Monochrome Recycled Bikes; bicicletas blancas o negras, con cuadro y horquillas recicladas: alma de bici antigua, renovada por el diseño integral de todo lo demás: manubrios, asientos y cubiertas específicamente blancas, creadas por el único fabricante del país.
El éxito fue extremo como el blanco y el negro, y lo llevó a crear Rewind Bikes, una nueva línea que invita a los clientes a diseñar la bici holandesa estilo “dutch bike” con una paleta de colores hiper “curados” y partes fabricadas con obsesiva calidad por Natan, los mecánicos del taller y artesanos argentinos de hace 30 años. La estética impecable está a la vista: un local blanco y puro que parece un laboratorio, con bicicletas expuestas como si fueran obras de arte. Y es que mucha gente le compra las bicis para colgarlas en una pared. Las Monochrome aparecen en vidrieras y campañas de marcas como Etiqueta Negra, Tramando, María Cher, Kill, Pesqueira, Churba.
¿Cómo llegaron a tantos países distintos?Enseguida tuvimos mucha prensa. Nos contactaron de Japón, Bélgica, Inglaterra, Brasil, Chile, Ecuador, Holanda, Estados Unidos, Australia; salimos en la revista Monochle como uno de los mejores Bike Shops del mundo. Muchos turistas vienen y se llevan las bicis ese mismo día al avión. El tema de la bici urbana está en todos los países; que se ponga de moda me parece genial, porque mejora la calidad de vida de las personas. Y yo quiero lograr eso.

cecilia Didlaukis y Fernando Sampayo, arquitectos y bicicleteros (FITZAK BA / Asientos32 – Tronos para bicicletearla)

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Cecilia Didlaukis, de orígen holandés (las tierras de «orange» son el paraíso del ciclista), pequeña hija en brazos, y Fernando Sampayo, de fan de las motos a fan de las bicis

Rico olor a cuero. Eso se siente al entrar al taller donde Cecilia Didlaukis y Fernando Sampayo curten retazos de hermosas piezas vacunas para darle forma a Asientos32, la marca que crearon, fruto de su amor y sus sabias manos de arquitectos entusiastas, desde hace más de un año y medio. Ella puso sus raíces holandesas, sangre” amsterdamiana”  y sus conocimientos heredados por ser hija del talabartero. Él su fanatismo por las motos y los arreglos caseros, creando sus propias máquinas para doblar el cuero y transformarlo en un asiento para bici. Así, entre los dos empezaron a jugar.
Hoy cortan el cuero, lo remachan, lo moldean y doblan las piezas hasta llegar a los perfectos asientos que venden a Argentina, México, Chile y Colombia. Además, fabrican manijas para levantar la bici, grips y alforjas. “Dejamos nuestros trabajos para meternos con todo en esto. Fue como ese momento de soltar un trapecio y agarrarte de otro. Da miedo cuando estás en el aire, pero vale la pena”.
Polanski World es un reducto de Villa Crespo, donde Román Zlotogora restaura bicicletas antiquísimas como Raleigh, Auroritas, Brompton, Fixies, y las convierte en protagonistas de comerciales y películas, además de venderlas a clientes por doquier. Rashe Cycles nuclea a Damián Raggetti, Leo Cordal y Santiago Aime, bicífilos de Vicente López que restauran y personalizan bicis: Yanachay fue la primera, una antigua plegable italiana Cinzia, con asiento tapizado con agüayo traído de Bolivia.
Entre pedaleo y pedaleo, todos estos inventores se la pasan creando y recreando vida. Porque el alma de las bicis antiguas sobrevive, y quienes las hacen andar, reviven la suya.
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Sampayo en plena faena (en su taller se respira olor a cuero)

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El estilo chic y europeo de las bicis de Monochrome

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Asientos clásicos en Born in Garage

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Por más cool que sean estos talleres, la producción es ardua, precisa y real, de industria a pequeña escala

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Natan Burta, feliz por el éxito internacional de Monochrome (que fue elegida una de las mejores marcas de bici por la prestigiosa revista británica Monochle)