No estoy completamente segura de poder hilar las palabras de una manera coherente y clara como para que entiendan la situación que se fue desarrollando en estos últimos días por mi cabeza. Gráficamente lo representaría así.
Estuve pensando muchísimo en una charla de TED que vi hace cosa de un año que se llama “The Paradox of Choice” de Ben Schwartz; en pocas líneas explica como el universo de posibilidades y de opciones que existen hoy muchas veces no solo nos paraliza sino que también socava la felicidad de nuestra elección y más que nada de nuestro presente.
«Estuve pensando muchísimo en una charla de TED que vi hace cosa de un año que se llama “The Paradox of Choice” de Ben Schwartz; en pocas líneas explica como el universo de posibilidades y de opciones que existen hoy muchas veces no solo nos paraliza sino que también socava la felicidad de nuestra elección…»
En breve, comienza a acechar el famosísimo “qué hubiera pasado si…” y eso es más devastador que el cólera en el siglo XIX. Tengo tres grandes “qué hubiera pasado si…” en mi vida. El primero está en relación con el hecho de que dejé la carrera de Ciencias de la Comunicación para dedicarme exclusivamente a la fotografía, el segundo en relación a una vida en Nueva Zelanda viviendo con la persona que en ese momento amaba y siendo entrenada como commis chef de un viñedo en la isla de Waiheke y el tercero con irme de Londres cuando con trabajar unos meses más casi que me aseguraba un buen trabajo en una galería de arte.
Y entonces aquí estamos, en Barcelona, con personas que adoro con todo mi ser, que me hacen sentir en mi casa, que conforman mi nueva familia y que cuando me fui a Londres por una semana a los dos días me preguntaban cuando volvía; con mi nueva hermana, mamá, amiga del alma, compañera de piso, co-worker que me mientras me da consejos de vida, me maquilla para mi cita.
«En breve, comienza a acechar el famosísimo “qué hubiera pasado si…” y eso es más devastador que el cólera en el siglo XIX. Tengo tres grandes “qué hubiera pasado si…” en mi vida.»
Miro por la ventana y el cielo esta azul así como PUM (acá nadie pide celeste), es pleno febrero y hoy salí en shorts a correr, hace dos domingos hicimos un brunch sobre la playa con amigas que no veía desde hace uno o dos años y vinieron de visita; sol a pleno, todo el tiempo, las olas, el viento y todo el sucundún.
Oportunidades de trabajo de la ostia, y uno entonces se pregunta ¿dónde está la crisis? No me quejo, prefiero no verla. Pero ya, ¿qué es esta insatisfacción crónica? Este constante bullicio interno que te taladra la cabeza y te preguntás por qué acá y no allá, por qué eso y no esto, por qué zero y no light, Coca, Fanta, o Sprite.[1]
Completamente perdidos en un laberinto de ideas, de posibilidades, de “qué hubiera pasado si…”; atormentados por un mundo cada vez más amplio y el mapa desactualizado y los proyectos inquietos.
Son las tres de la tarde y Barcelona duerme la siesta.
Quizás, esa es la gracia.