JOSEFINA JOLLY Y SUS BUENÍSIMOS DIBUJOS ¿CÓMO ES SU ÚLTIMO LIBRO DE EDIFICIOS PORTEÑOS? / ENTREVISTA / POR GONZALO SÁNCHEZ SEGOVIA

Foto ideame
Josefina publicó su primer libro gracias al sitio Ideame 

JOSEFINA JOLLY Y SUS BUENÍSIMOS DIBUJOS ¿CÓMO ES SU ÚLTIMO LIBRO DE EDIFICIOS PORTEÑOS? / ENTREVISTA / POR GONZALO SÁNCHEZ SEGOVIA.

Cuando era chica, Josefina Jolly (32) dibujaba como cualquier persona. Después, cuando creció, dejó de hacerlo. Estudió turismo y hotelería y empezó a trabajar en una aerolínea, pero le gustaba hacer talleres de fotografía, escritura y dibujo. Todo lo que encontrara.
“En el taller empecé a dibujar recetas. Me acababa de mudar sola y no tenía mucha idea de cocina, así que fue como matar dos pájaros de un tiro: mis compañeros me pasaban recetas y yo las dibujaba”, cuenta Josefina, sentada en su taller, una habitación de un PH compartido en Belgrano, con pisos de madera y techos altos. En el medio hay una mesa larga sostenida por dos caballetes, también un escritorio más chico con una computadora donde suena una música suave, estanterías repletas de libros, revistas y muchos marcadores.
Cuando subió una de esas recetas dibujadas a Instagram se sorprendió al ver la repercusión que tuvo. Ese fue el germen de su primer libro, Cocinar y dibujar (Galería Editorial, 2015). “Me pedían que haga un libro, me pasaban recetas, me invitaban a comer para que dibuje. Se generó una movida que me divertía mucho. Así empecé a dibujar, hace cinco años, de grande”, dice.
Hoy, Josefina es ilustradora a tiempo completo y, además de sus libros, donde dibuja lo que le da placer, también hace trabajos para marcas de primera línea, colabora con publicaciones e incluso intervino vidrieras de locales y manteles para bares notables.
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«Trabajaba en una oficina en 9 de julio y Córdoba. Apenas terminé el primer libro estaba harta de las recetas, no las podía ni ver, así que empecé a mirar, no sé exactamente por qué, hacia los edificios. En mi hora de almuerzo salía a dibujar los que estaban cerca de mi trabajo. La idea de convertir esos dibujos de Buenos Aires en un libro surgió naturalmente.»

¿Cómo fue el proceso de publicación de tu primer libro?
Hice un proyecto sobre cómo quería que fuera el libro. Lo presenté en editoriales y me mandaron a la mierda. Después, alguien en Instagram me dijo: “Hacé un Ideame y te lo pagamos entre todos”. Lo googleé y pensé que podía estar bueno. Tenía un trabajo común y 300 seguidores. Empecé a moverlo en las redes, colaboraron conocidos y después desconocidos. En el camino encontré una editorial a la que le conté lo que estaba haciendo porque me encantaban sus libros y me dijeron que, si llegaba al cien por ciento, lo publicaban.
¿Por qué elegiste el dibujo como forma de expresión?
Fue la materialización del proyecto. De hecho, los dibujos del libro no son nada especiales, los puede hacer cualquiera. Creo que fue la composición de la idea: las recetas, los dibujos, contar mi historia. Fue creciendo. Cada vez empecé a dibujar más y más, y es algo que se ejercita.
¿Cómo fue el paso de dibujar en tu libreta a publicar un libro?
Estuvo buenísimo ver la materialización de un proyecto que nació en Internet. Verlo convertido en un libro y que esté en las librerías, eso es lo que más rescato de ese primer proyecto.
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«Un día, cuando ya había sacado mi primer libro y estaba trabajando de ilustradora, mi papá me dijo: “Encontré algo que te puede interesar”. Fuimos a comer y me dio una libretita de mi bisabuelo. Era igual a las mías, pero con dibujos cien mil veces mejores. Hasta donde yo sabía, el abuelo de mi papá era pintor, pero también trabajó dando clases de arte y como dibujante técnico, dibujaba a mano planos de edificios.»

 
Tu segundo libro, 313 dibujos de Buenos Aires (Galería Editorial, 2017), es sobre edificios de la ciudad. ¿Por qué elegiste ese tema?
Trabajaba en una oficina en 9 de julio y Córdoba. Apenas terminé el primer libro estaba harta de las recetas, no las podía ni ver, así que empecé a mirar, no sé exactamente por qué, hacia los edificios. En mi hora de almuerzo salía a dibujar los que estaban cerca de mi trabajo. La idea de convertir esos dibujos de Buenos Aires en un libro surgió naturalmente.
¿Qué te conecta con esos dibujos?
Un día, cuando ya había sacado mi primer libro y estaba trabajando de ilustradora, mi papá me dijo: “Encontré algo que te puede interesar”. Fuimos a comer y me dio una libretita de mi bisabuelo. Era igual a las mías, pero con dibujos cien mil veces mejores. Hasta donde yo sabía, el abuelo de mi papá era pintor, pero también trabajó dando clases de arte y como dibujante técnico, dibujaba a mano planos de edificios. De eso no quedó ningún registro, sólo algunas libretas con bocetos. A partir de ahí tomé confianza porque entendí que mi trabajo venía de algún lado.
En el libro hay muchas referencias a arquitectos.
El libro también tiene un trabajo de investigación que se desprende del dibujo. Cuando me siento adelante de un edificio para dibujarlo me pregunto quién lo hizo, en qué año, si se puede entrar. Empiezo a meterme cada vez más.
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«Durante la campaña de Ideame me empezaron a contactar marcas y personas para pedirme dibujos. Nunca me había pasado. No estaba preparada para hacerlo, ni siquiera tenía Photoshop en mi computadora. Tuve que aprender todo desde cero. Gracias a Internet apareció mucha gente interesada en que trabaje para ellos.»
 

¿Qué te gustaría generar en las personas que compran tus libros?
Primero, identificación. Me encanta cuando dicen: “Mi abuela vivía en este edificio”. Me gusta cuando lo reconocen como parte de su vida.  También quisiera generar la curiosidad de ir a conocerlos. Caminar por la calle mirando hacia arriba en vez de ir concentrado en el teléfono. Tenemos una ciudad con una gran mezcla arquitectónica, hay de todo. Por eso también quise incluir supermercados chinos y tintorerías japonesas, que no están en ninguna guía de turismo, pero que también son parte de la ciudad.
¿La campaña de crowfunding te brindó más oportunidades laborales?
Durante la campaña de Ideame me empezaron a contactar marcas y personas para pedirme dibujos. Nunca me había pasado. No estaba preparada para hacerlo, ni siquiera tenía Photoshop en mi computadora. Tuve que aprender todo desde cero. Gracias a Internet apareció mucha gente interesada en que trabaje para ellos. También tuve suerte. Nunca me hubiese animado a abandonar mi trabajo de ese momento porque vivía sola y tenía gastos. Había pedido pasar a part-time y me dijeron que no. Pero cuando convirtieron la aerolínea en una low cost echaron a más de cien personas en un día, entre ellas a mí, y me indemnizaron. Fue horrible porque muchos de mis compañeros perdieron el trabajo pero a mí me ayudó muchísimo. Al mismo tiempo, una amiga vio mi capacidad para activar las redes sociales y me ofreció trabajo part-time en su empresa. Eso me terminó de dar la estructura que necesitaba para poder vivir del dibujo.
¿Cómo combinás los trabajos a pedido con los que a vos te dan más placer?
Dibujar por encargo, si bien está bueno, no es lo mismo. Lo que hago para tratar de resolver eso es seguir yendo al taller de dibujo donde empecé. Es un espacio de prueba que no tiene nada que ver con los trabajos a pedido.
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«Dibujar por encargo, si bien está bueno, no es lo mismo. Lo que hago para tratar de resolver eso es seguir yendo al taller de dibujo donde empecé. Es un espacio de prueba que no tiene nada que ver con los trabajos a pedido.»

¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?
Mi próximo libro, Beber y dibujar, sale en enero y tiene recetas de tragos. Los dibujos están mucho más cuidados que en el primero. Ahora estoy en blanco. Está bueno porque hacía bastante que no me pasaba.
¿Tenés algún consejo para dibujantes principiantes y emprendedores?
Si sentís que tenés la capacidad de hacer algo, hay que dedicarle tiempo en vez de dejarlo pasar. Cuando todavía tenía otro trabajo entraba a las nueve, así que me levantaba a las seis, dibujaba, iba a la oficina, volvía y seguía dibujando. Hay que tratar de ir encontrando los espacios. Y si eso crece, ir dejando de a poco lo que no te gusta.
FOTOS: Gentileza Josefina Jolly. Las fotos son de Álamos, Estudio Chaco, Amapola, e Ideame. La foto destacada es de Amapola y la foto superior corresponde a Ideame.