INFIERNO, PURGATORIO Y CIELO: CRÓNICA DE UN ASCENSO NOCTURNO HASTA EL FARO DEL PALACIO BAROLO

_PS07263_
El guía, con un sombrero estilo años 20 de su bisabuelo

 

INFIERNO, PURGATORIO Y PARAÍSO: CRÓNICA DE UN ASCENSO NOCTURNO HASTA EL FARO DEL PALACIO BAROLO

Son las ocho de la noche y el ruido del tránsito que corre por Avenida de Mayo se filtra a través de las puertas. Adentro, la luz tenue le da un tono dorado a los revestimientos de mármol de las paredes. Además de algún oficinista colgado que trabaja hasta tarde, sólo está el sereno. Y nosotros. Somos quince —argentinos, brasileños e ingleses— y vamos a hacer una visita guiada nocturna por el Palacio Barolo. Un viaje a las entrañas del edificio más misterioso de la ciudad.

_PS06967_
La exquisita planta baja del edificio, de noche se vuelve mucho más grandiosa y enigmática

«Tomás muestra esculturas de cóndores, serpientes y dragones, señal de que estamos en el Infierno,  y nos dice que la idea es llegar al Paraíso. —Ahora los encuentro en el Purgatorio —el guía sonríe y despide a una parte del grupo que sube en ascensor.»

En 1919, Luis Barolo, un empresario textil italiano, le encargó al arquitecto Mario Palanti, también italiano, la construcción de un moderno edificio de oficinas, que cuando se inauguró, en 1923, era el rascacielos más alto de Sudamérica. Pero, además, y aunque no haya registro escrito que lo pruebe, era un monumental homenaje a la Divina comedia. Durante años se buscó un significado, una explicación, y se cree que los dos italianos —ambos masones— pretendían traer los restos de Dante Alighieri para que descansaran en el mausoleo que le construyeron.
No se sabe bien cómo murió Luis Barolo en 1922. Una versión dice que se suicidó porque su contador lo engaño con una bancarrota inexistente. Otros cuentan que fue envenenado. También que se enfermó: un mal galopante que lo fulminó en pocos días. Los diarios de la época escribieron que fue un paro cardíaco. Pero muchos aseguran que Barolo se mató, angustiado porque no pudo inaugurar el Palacio en 1921, cuando se cumplían seiscientos años de la muerte de Dante.

_PS06946_
Los pisos del Barolo o corresponden al Infierno, al Purgatorio, o al Paraíso, de arriba a abajo

«Caminamos por pasillos blancos y avejentados con puertas de vidrio esmerilado que ocultan oficinas. Sólo se escucha el zumbido de la instalación eléctrica. En sus rincones más oscuros, se presiente la antigüedad del Barolo.»

Tomás Thärigen, nuestro guía, nos recibe en la planta baja. Viste traje negro, camisa blanca y el mismo sombrero que usaba su bisabuelo en la década de 1920, cuando alquiló una oficina en el edificio.
—Bienvenidos al Palacio Barolo —saluda—. El recorrido comienza en el Infierno.
Palanti planeó la estructura del edificio en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso, la misma división que Dante le dio a la Divina Comedia. Según Carlos Hilger, un arquitecto y profesor de la Universidad de Buenos Aires que investigó el Barolo, las nueve bóvedas de acceso, todas coronadas con una frase en latín, hacen referencia al número de jerarquías infernales que menciona el libro. El edificio mide cien metros de altura —sigue Hilger—por la cantidad de cantos del poema, cada uno con once o veintidós estrofas, por eso los veintidós pisos y los once módulos de oficinas por frente.
Tomás muestra esculturas de cóndores, serpientes y dragones, señal de que estamos en el Infierno,  y nos dice que la idea es llegar al Paraíso.
—Ahora los encuentro en el Purgatorio —el guía sonríe y despide a una parte del grupo que sube en ascensor.
Caminamos por pasillos blancos y avejentados con puertas de vidrio esmerilado que ocultan oficinas. Sólo se escucha el zumbido de la instalación eléctrica. En sus rincones más oscuros, se presiente la antigüedad del Barolo.

_PS07304_
22 pisos de escaleras de marmol

«Palanti instaló un faro en la torre del Barolo para recibir a los inmigrantes que entraran por el Río de la Plata y comunicarse con el Palacio Salvo, el edificio hermano en Montevideo. Casi en cuclillas subimos una escalerita oscura hasta el piso veintidós: una pequeñísima habitación con piso de chapa y paredes de vidrio. Una pecera en el techo de Buenos Aires.  La vista de trescientos sesenta grados es impactante.»

A medida que ascendemos, las referencias que conectan edificio y libro son más exactas. Tomás nos recibe en el piso catorce, pero tenemos que seguir subiendo, todavía nos queda una prueba para llegar al Paraíso: seis pisos por una escalera circular que se angosta cada vez más. Vamos a la torre, inspirada en un templo hindú dedicado al amor, que es el emblema de la unión entre Dante y Beatriz, su amada. Llegamos al veinte. Entramos a una habitación redonda con ventanas y balcones. Vemos la cúpula verde del Congreso de la Nación iluminada, el Obelisco y la ciudad encendida.

_PS07132_
El último tramo de ascenso al faro es empinado y angosto, en los metros finales casi que se sube en cuclillas

 
Palanti instaló un faro en la torre del Barolo para recibir a los inmigrantes que entraran por el Río de la Plata y comunicarse con el Palacio Salvo, el edificio hermano en Montevideo. Casi en cuclillas subimos una escalerita oscura hasta el piso veintidós: una pequeñísima habitación con piso de chapa y paredes de vidrio. Una pecera en el techo de Buenos Aires.  La vista de trescientos sesenta grados es impactante.
_PS07060_
En el faro, un lugar mágico y de difícil acceso

Tomás acciona un interruptor y el reflector, que ocupa casi todo el espacio, empieza a girar. Espera unos segundos y mueve otro que enciende la lámpara. La habitación se llena de una luz blanca que se refleja en las paredes de vidrio y funde la vista de Buenos Aires en una silueta borrosa. Un espectro de la ciudad que nos rodea.
Volvemos al piso veinte y Tomás dice que miremos nuevamente por los balcones hacia el Congreso. El faro apunta a la cúpula verde y un haz de luz une los dos edificios.

«Los primeros días de junio, a las 19.45, la torre del Barolo se alinea con la constelación de la Cruz del Sur, las puertas del Paraíso según Dante.»

Desde una terraza interna vemos la flor de lis en la punta del pararrayos, un caño que llega hasta el segundo subsuelo y termina en el Arroyo Tercero del Medio, un río entubado que pasa por debajo del edificio y desemboca en el Río de la Plata. Los primeros días de junio, a las 19.45, la torre del Barolo se alinea con la constelación de la Cruz del Sur, las puertas del Paraíso según Dante.
—Y ahora vamos a pasar a la oficina —dice el guía—, donde Dante y Beatriz nos esperan para degustar un vino.
Tomás sirve las copas y nos cuenta la conexión entre el edificio y su familia, también ofrece aceitunas rellenas con jamón crudo para acompañar el malbec mendocino que se produce especialmente para quienes hagan las visitas.

_PS07365_
Los vinos son selecciones producidas especialmente para las visitas al Barolo

En el documental El rascacielos latino (2011), el director Sebastián Schindel se propuso develar todos los misterios que envuelven al Palacio Barolo, pero cada vez que resolvía una incógnita, se abrían otras puertas que lo obligaron a dejar un final abierto. La visita no busca revelar los secretos detrás del edificio. Al contrario, una vez adentro, todo se vuelve más confuso, como en un laberinto; pero vale la pena intentarlo. Nosotros quizás no sepamos todo sobre el edificio, pero por lo menos llegamos al Paraíso.
 

 

_PS07029_
_PS07417_
_PS07284_
_PS07155_
_PS07455_
_PS07085_
_PS06961_