"HE VIVIDO MÁS VIDAS QUE MUCHOS": CHRISTOPHE KRYWONIS

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Christophe durante la entrevista con MALEVA

 

«He vivido más vidas que muchos»: entrevista a Christophe Krywonis. Por Cecilia Boullosa. Fotos: Paula Eleod.

Se lo ve más flaco a Christophe (Krywonis, 49). En sus épocas más voluminosas llegó a pesar 142 kilos, pero hoy está en 124 y en descenso. “Apenas termine el programa es lo primero que quiero hacer, voy a bajar mucho y sin operarme”, le dice a MALEVA. Cuando se le pregunta qué dieta está haciendo contesta  “ninguna, cerrar el pico”. La entrevista tuvo lugar en la bella ciudad de Puerto Madryn, a orillas del Golfo Nuevo, durante la última edición del encuentro gastronómico «Madryn al Plato», que reunió a algunos de los mejores cocineros del país. 
Francés de nacimiento (de Blois, una ciudad a dos horas de París), porteño por elección, padre de dos, abuelo de dos, dueño de un vozarrón que puede hacer tintinear copas y de una personalidad compleja –a veces más cabrona, otra más simpática- que lo ayudó a ganarse al público de Masterchef (un promedio de 15 puntos de rating cada domingo), Christophe ya está haciendo planes para el futuro.  Y no solo relacionados a su dieta.
¿Qué posibilidades hay de una segunda temporada de Masterchef?
Altas, altísimas.
¿Te sorprendió la repercusión de esta primera edición?
Sí, no me la esperaba. Son cosas que trato en terapia porque todavía no me lo creo, sinceramente no me lo creo. Ayer salí con mi hija a comprar un remedio y en unos minutos me pidieron tres fotos.  Me asombra un poco, pero trato de tomármelo con mucha filosofía. El programa va a terminar ahora y dejará de existir para la gente. Así que vuelvo a la realidad de todos los días, que es la mía, la de hoy: trabajar, fomentar nuevos negocios, buscar nuevos clientes para mi asesoría gastronómica. La fama está bien, pero de algo hay que vivir.

“Apenas termine el programa es lo primero que quiero hacer, voy a bajar mucho y sin operarme”, le dice a MALEVA. Cuando se le pregunta qué dieta está haciendo contesta  “ninguna, cerrar el pico”. La entrevista tuvo lugar en la bella ciudad de Puerto Madryn, a orillas del Golfo Nuevo, durante la última edición del encuentro gastronómico Madryn al Plato»

 
Desde afuera, se ve que tu carisma o tu forma de dar devoluciones llegan, divierten.
Intento y aprendo a ser yo mismo frente a la cámara. Puedo ser desagradable con la gente que no conoce de cocina, como paternalista a veces o cariñoso o chistoso. Soy una persona así, no tengo una faceta simpática, o gruñona u ortiba todo el tiempo. Soy una persona que vive los momentos, pero siempre con un fin que es enseñar el respeto por la profesión de la cocina, que es lo más importante.
La interacción con las redes sociales fue muy intensa y los participantes despertaron amores y odios,  sobre todo Laura, la ama de casa. Muchos cuestionaron que llegara a la semifinal.  
Hay varios puntos con Laura. Nadie daba un peso por ella, por su actitud al cocinar, siempre medio llorona y con el pelo en la cara. Pero por más que la gente sea dura con ella hay que reconocer que creció. Es una persona que llegó muy lejos por sus méritos.
Elba es la favorita del pueblo.
Es la favorita y es la outsider, porque es la que menos sabe. Es la más querida. Todos quedaron encantados con Elba, tiene un carisma natural nato. Algo que no se calcula, que no se filtra. Dice sus cosas y las dice con espontaneidad y sin maldad.
¿Adentro de una cocina profesional te enojás más que en el programa?
No, igual. No creo en el maltrato, pero sí en la exigencia. La gente que se siente maltratada porque soy exigente no tiene nada que hacer en mi cocina. Es un problema de hoy que la gente se pone muy susceptible, muy en víctima, no se hace cargo de sus errores. Se hace hasta un problema jurídico porque hay muchos juicios. El negocio de los juicios laborales es tremendo.
¿Eso te llevó a alejarte en un momento de los restaurantes?
Tuve un par de juicios, como todos. Pero de 20 juicios habré perdido dos y gané 18. No fueron estos dos que perdí los que me hicieron cambiar de opinión sobre la idea de tener un restaurante. Estaba un poco cansado.

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Christophe asegura que la fama (gran fama) lo agarró un poco por sorpresa

 

A mí lo que me parece loco es no haber buscado este trabajo en televisión y darme cuenta de que hay gente que se muere por hacerlo. No es que me río de la envidia, pero me sorprende enormemente como ser humano ver cómo la gente necesita ser famosa para vivir. Está todo mal. Están muy equivocados, se olvidan de ser ellos mismos…»

¿Qué es lo que cansa? ¿No ganar suficiente plata?
La gastronomía no es un negocio muy rentable. Es un buen negocio pero hay que saber llevarlo adelante.
¿Cómo se explica entonces que todo el tiempo estén abriendo nuevos restaurantes?
Sí, ¿pero cuántos cierran? Cada 10 que abren ¿cuántos cierran? Por ahí este mes abren 10 y cierran 9, lo mismo el mes que viene, cierran 15. Es un equilibrio que se hace solo. La gente no va a comer a cualquier lado, no es tonta.
¿A vos a dónde te gusta ir a comer?
Me gustaría conocer Las pizarras bistró, nunca fui y me dijeron que es buenísimo. A Aramburu también. Son estos restaurantes de la nueva generación de cocineros que no me tomé el tiempo de conocer todavía. La gente piensa que salgo mucho y no es así. Hay muchas cosas interesantes que no conozco todavía, y no por falta de tiempo, sino por falta de gente que me acompañe. Ese es el tema. No tengo siempre alguien que me acompañe a mí. Ir solo a un lugar así me embola.
¿Te sentís solo Christophe?
No, pará. Para disfrutar de estas cosas. Mis amigos no siempre están libres. Con el Tano (Donato De Santis) y con Germán (Martitegui) a veces salgo.
¿Cómo es la relación que forjaron entre los tres a partir de Masterchef?
Con Donato nos conocemos hace mucho, trabajamos juntos en la televisión, entre 2005 y 2007 y de ahí en adelante fuimos excelente colegas. Tiene una generosidad muy grande con la gente, es muy respetuoso y muy atento. Y con Germán Martitegui teníamos muchos amigos en común pero no lo conocía personalmente. Sabía que era algo tímido, reservado y después resultó ser un tipo genial, con mucha fineza, muchos chistes, mucha chispa. Criterioso a la hora de criticar. Atento, sensible y buen cocinero. Nos hicimos bastante amigos.

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La producción de fotos de Maleva se realizó también en el restó porteño Cabernet

 
«Me gustaría conocer Las pizarras bistró, nunca fui y me dijeron que es buenísimo. Aramburu también. Son estos restaurantes de la nueva generación de cocineros que no me tomé el tiempo de conocer todavía. La gente piensa que salgo mucho y no es así. Hay muchas cosas interesantes que no conozco todavía, y no por falta de tiempo, sino por falta de gente que me acompañe.»

¿Cómo tomó tu entorno esta celebridad repentina? ¿Tus hijas, tus padres?
A mi mamá le chupa un huevo. La llamé a Francia y le dije: «Mamá, estoy en Masterchef, en la tele». No reaccionó. «¿Qué es Masterchef». «Mamá, mirá la televisión en Francia». Lo único que me dijo fue “¿te pagaron?  ¿Estás contento? ¿Sí? Bueno, listo, perfecto”. Mis hijas en cambio me dicen: «wow papá, todo el mundo habla de vos». En terapia hablo de esto, sobre todo.
¿Qué otras cosas tratás en terapia?
¡Cómo voy a hablar con ustedes de mi terapia!
Pero la nombraste varias veces.
Terapia es súper importante, porque me ayuda mucho a centrarme, a no olvidar quién soy y también a saber valorar este éxito. Me cuesta decir éxito: este reconocimiento.
La buena vida del cocinero
La buena vida del cocinero vuelto mediático.

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Facha y relax en la fría pero lindísima playa patagónica de Puerto Madryn

«En mi casa como muy simple. Puedo comer desde un pescado, hasta una coliflor, pasando por una ensalada, un pedazo de queso. A veces también pido delivery. Sí, señores también pido delivery. Empanadas, árabe, pizzas, sushi. Igual me estoy cuidando, quiero bajar de peso. Más de lo que pido, cocino.»
 

En «Cocinar» Michael Pollan dice que hoy la gente pasa más tiempo mirando programas de cocina que efectivamente cocinando. ¿Qué pensás de esta paradoja?
 
A mí lo que me parece loco es no haber buscado este trabajo en televisión y darme cuenta que hay gente que se muere por hacerlo. No es que me río de la envidia, pero me sorprende enormemente como ser humano ver cómo la gente necesita ser famosa para vivir. Está todo mal. Están muy equivocados. Se olvidan de ser ellos mismos, se olvidan de ser personas que viven situaciones reales, se inventan personajes pensando en ser como yo o como Germán o como Donato. El otro día conocí a un chico que me dijo «yo estoy estudiando cocina porque quiero ser una persona que cocina en televisión como vos». ¿Cómo?,  le dije.  Eso me da pena.
¿Hay algo que no te haya gustado de la tele?
Lo malo es la exigencia porque no deja de ser un trabajo. Te levantas a las 6 de la mañana y volvés a las 12 de la noche, muerto, y al día siguiente tenés que estar maquillado, fresco frente a una cámara o ante 16 cámaras, probando platos aunque ese día no tengas ganas.
Participaste de la primera edición de “Madryn al plato” y ahora viniste como invitado. ¿Cómo ves su evolución?
Ha crecido mucho. Hay más presencia mediática, más profesiones. Es un proyecto muy interesante pero hay que hacer más, yo convocaría todavía más cocineros de la zona.
¿Seguís con Cabernet?
Sí, estoy con Cabernet, y tengo un par de lugares más en vista.

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Christophe, de la localidad de Blois en Francia, a la Argentina, donde armó su vida con flia – hijos, nietos –

 

La gente que se siente maltratada porque soy exigente no tiene nada que hacer en mi cocina. Es un problema de hoy que la gente se pone muy susceptible, muy en víctima, no se hace cargo de sus errores. Se hace hasta un problema jurídico porque hay muchos juicios. El negocio de los juicios laborales es tremendo.

¿En qué consiste exactamente el trabajo de asesor gastronómico? ¿Significa reflotar restaurantes que no están funcionando muy bien?
 
No. No siempre. En el caso de Cabernet, por ejemplo, funcionaba, pero necesitaba un recambio, lo primero que hice fue renovar la carta. También estoy asesorando un lugar que va a abrir en Encarnación, Paraguay. Vamos a hacer la construcción de la cocina, la formación del personal. Me encanta este trabajo porque cada restaurante es único. Voy a tener gente que sabe de vino, que sabe de servicio, que sabe de administración. Yo voy a estar trabajando con los arquitectos.
Fuiste uno de los pioneros de Palermo con Christophe, ¿volverías a elegir el barrio para un nuevo restaurante?
Me tiene que enamorar el lugar. Nunca hay que decirle no a nada.

«Donato (De Santis) tiene una generosidad muy grande con la gente, es muy respetuoso y muy atento. Y con Germán Martitegui teníamos muchos amigos en común pero no lo conocía personalmente. Sabía que era algo tímido, reservado y después resultó ser un tipo genial»

¿Pensás abrir un restaurante propio en el mediano plazo?
Sí, pero quiero abrirlo con criterio, teniendo en cuenta la realidad económica del país y del mundo. El concepto es  un  restaurante francés con un espíritu de inmigrante, una cantina. Tengo pensado el espacio, la decoración. Le voy a poner mi sensibilidad, pero no poniendo la foto de mi abuela. Pasa por otro lado. Va a ser muy Christophe.
Vas a poner tu vida, tu identidad.
Mi vida es muy larga, he vivido más vidas que muchos. A los 15  años me fui de mi casa porque era un adolescente que no sabía cómo decir las cosas. Es tiempo de que la gente vea mi vida.
¿Qué comés en tu casa?
Muy simple. Puedo comer desde un pescado, hasta una coliflor, pasando por una ensalada, un pedazo de queso. A veces también pido delivery. Sí, señores también pido delivery. Empanadas, árabe, pizzas, sushi. Igual me estoy cuidando, quiero bajar de peso. Más de lo que pido, cocino.
Fotos en Madryn: gentileza Madryn al Plato