SUCUNDUM DE ARTE EN MAR DEL PLATA

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En la entrada, un lobo marino gigante, recubierto de alfajores, obra de Marta Minujín

 

SUCUNDUM DE ARTE EN LA FELÍZ. POR JUAN CARRÁ (DESDE MAR DEL PLATA). FOTOS: NOELIA MONÓPOLI (DESDE MAR DEL PLATA). (dejá tu comentario al final de la nota)

No es King Kong ni Jessica Lange ni el Empire State. Cuatro avionetas la revolotean como moscas multicolores. La acosan, amenazándola con estrellarse contra su pelo lacio, negro, con flequillo ochentoso; o contra su mirada bucólica que contrasta con lo escultural de su cuerpo. Moria Casán, a pesar de su ego, nunca pensó que podía convertirse en una pieza de museo. Y no es un chiste, sino que una es una gigantografía de 15 metros de alto en el hall central del Museo de Arte Contemporáneo de la Provincia de Buenos Aires, inaugurado semanas atrás en Mar del Plata y que Maleva recorrió de punta a punta.

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Olas de la escenografía realizada para la película Los Neuróticos

«Desde su apertura, el Museo –el más grande y moderno del país con más de 7 mil metros cuadrados– no para de acaparar la atención de marplatenses y turistas. Todos los días, se realizan colas de hasta cuatro cuadras para ingresar a ver la muestra “El espíritu POP, arte argentino de los sesenta”, curada por el especialista en arte contemporáneo Rodrigo Alonso.»

La obra –una de las más llamativas para el público en general– pertenece al artista plástico Edgardo Giménez y retrata a la vedette en los años ‘80 luciendo un body paint hecho con lápiz labial por el propio Giménez junto a Silvia Garcia Gergel. La obra se completa con cuatro avionetas –una roja, otra amarilla y las restantes verde y rosa– suspendidas en el aire a la altura de la cabeza. Pero Moria no es la única. En el exterior, mirando al cielo como sus réplicas de granito, un lobo marino de más de diez metros de altura, revestido con 80 mil paquetes de alfajores tradicionales marplatenses, se erige de la mano de la reconocida artista Marta Minujin. La “instalación comestible” sintetiza dos íconos de Mar del Plata y los resignifica. Por un lado los alfajores Havanna –“El sabor marplatense”, según la propia artista– y por otro, los tradicionales lobos marinos de la Rambla, efigies de granito realizadas por el escultor José Fioravanti en la década del ‘40.

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Un escritorio típico de los sesenta

«En el exterior, mirando al cielo como sus réplicas de granito, un lobo marino de más de diez metros de altura, revestido con 80 mil paquetes de alfajores tradicionales marplatenses, se erige de la mano de la reconocida artista Marta Minujin. La “instalación comestible” sintetiza dos íconos de Mar del Plata y los resignifica.»

“La intención es promover un cambio en la mentalidad del público respecto al valor consagrado del monumento original”, se explica sobre la obra que en febrero será intervenida por la autora para que el público pueda canjear por alfajores verdaderos los paquetes utilizados. Después, volverá a trabajar sobre el esqueleto de metal expandido pero, desfasado y recubierto con pasto y flores. La nueva escultura ecológica permanecerá viva por dos meses hasta que, de forma definitiva, el lobo quede, eterno, en su esqueleto.
Jorge Telerman, presidente del Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, dice que estas dos obras son la muestra clara de lo que dejó el arte pop y la generación del ’60: «convocamos a dos artistas emblemáticos de la época para que hicieran hoy una obra con el espíritu de aquella época e hicieron dos bromas. El lobo de Fioravanti gigante en alfajor y la Moria Casán como si fuera un King Kong en el Empire State Building.»

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200 colchones, también by la gran Marta Minujín

 
Desde su apertura, el Museo –el más grande y moderno del país con más de 7 mil metros cuadrados– no para de acaparar la atención de marplatenses y turistas. Todos los días, se realizan colas de hasta cuatro cuadras para ingresar a ver la muestra “El espíritu POP, arte argentino de los sesenta”, curada por el especialista en arte contemporáneo Rodrigo Alonso (Maleva hizo una nota con él hace un mes, en el Fortabat).
La muestra es mucho más que una reposición de los principales artistas que conformaron una etapa ineludible en la transformación del arte en la Argentina y Latinoamérica de la mano de los cambios socio-culturales que se representaban en el instituto Torcuato Di Tella y su diáspora.
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Las minujinas deambulando por las flamantes salas

«Moria Casán, a pesar de su ego, nunca pensó que podía convertirse en una pieza de museo. Y no es un chiste, sino que una es una gigantografía de 15 metros de alto en el hall central del Museo de Arte Contemporáneo de la Provincia de Buenos Aires, inaugurado semanas atrás en Mar del Plata y que Maleva recorrió de punta a punta.»

Quizás la mejor manera de sintetizar lo que se vive en la recorrida por las tres salas del Museo sería hablar de una especie de viaje en el tiempo. No sólo por el encuentro de obras originales de los ‘60, sino por el conjunto de sensaciones que genera en el espectador el entorno creado para conocer o reconocer a emblemáticos artistas del arte pop como Jorge de la Vega , Nicolás García Uriburu, Antonio Seguí, Pablo Menicucci, Delia Cancela y Pablo Mesejean, entre otros.

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Una Moria Casán de 15 metros en el hall central

 
La muestra configura una especie de retrospectiva de los valores de la época, con sus claroscuros y sobre todo, con la esencia del arte pop: el universo del consumo y la cultura popular.
En mi recorrida por el MAR vi un público muy heterogéneo. Por ejemplo, al lado mío, dos mujeres de unos 60 años, el marido de una de ellas de la misma edad, otra mujer de poco más de 30 y dos chicos de unos 10 años. Se estiman unas 4 horas para ver toda la muestra, incluso los audiovisuales de las instalaciones multimedia.

«Eso es lo que se está viviendo en el MAR. Masividad. Gente que jamás pisó un museo y se sorprende con la obra de reconocidos exponentes del arte pop, se mezcla con quienes son habituales consumidores de arte. La mixtura se nota: los que se visten de gala para la ocasión y los que salidos de la playa, aún en malla y ojotas pasean y se fotografían con las imágenes de Minujin y Andy Warhol.»

Las tres salas estaban colmadas de personas. Los chicos se animaron a intervenir las obras corriendo descalzos entre las olas de la escenografía realizada por Giménez para la película “Los Neuróticos” o rebotando en la habitación hecha por Minujin con 200 colchones, réplica a la que instalara en 1973 en The Soft Gallery.  Mientras, el resto del grupo, atento a las explicaciones de la guía. Hasta que, sin darnos cuenta perdimos a dos: la periodista de Espectáculos, Laura Ubfal –ocasional visitante del Museo– se había convertido en la principal atracción para los flashes.

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De noche el museo es todavía más majestuoso

 
Eso es lo que se está viviendo en el MAR. Masividad. Gente que jamás pisó un museo y se sorprende con la obra de reconocidos exponentes del arte pop, se mezcla con quienes son habituales consumidores de arte. La mixtura se nota: los que se visten de gala para la ocasión y los que salidos de la playa, aún en malla y ojotas pasean y se fotografían con las imágenes de Minujin y Andy Warhol.
Para Telerman esto es lo que se buscaba: “esta es la concepción que tenemos de las políticas culturales, buscar  la mezcla virtuosa de quienes nunca pisaron un museo con quienes son habitué, borrando la frontera entre el supuesto arte para entendidos y el arte popular. Acá vienen todos”. Maleva no podía dejar de ver de qué se trata esta súper apuesta al arte en la costa atlántica argentina. ¡Bienvenido Mar!

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