¡Caramba! ¿Será que en el plano de los sentimientos la mayoría de las palabras sobran?


Moma de San Francisco, Luc Tyuman´s Couple.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
¡Caramba! ¿Será que en el plano de los sentimientos la mayoría de las palabras sobran?Por Luciana Schnitman
Nosotros, los humanos, estamos acostumbrados a traducir nuestros sentimientos permanentemente. Somos seres sensibles y como tales nos vemos atravesados continuamente por un aluvión de sensaciones que solemos lanzar al mundo uniendo letras, que a su vez forman palabras, que posteriormente arman oraciones, que eventualmente construyen historias. Cuando hablamos de sentimientos asumimos que hay una vivencia colectiva que nos ampara. Al pronunciar palabras tales como “paz”, “felicidad”, “alegría”, “plenitud”, “tristeza”, “angustia” ó “dolor” (solo por nombrar algunas), suponemos que del otro lado hay uno o más seres que experimentan estas emociones del mismo modo que nosotros; y, por lo tanto, nos entienden.
Últimamente me encuentro pensando – con frecuencia – en todo aquello que probablemente se pierde con cada intercambio; en todo lo que queda afuera por complejo, por subjetivo, por personal, por único, por intransferible. Adoro las palabras, pero desde hace un tiempito sospecho que hay rincones del corazón, del alma, de nuestra esencia, a donde las mismas no llegan.
Si nos detenemos un instante a pensarlo, o mejor aún, a observarlo en la vida cotidiana, comprobaremos que nuestro vocabulario es bastante limitado en lo que a emociones se refiere.Y pongo como ejemplo ilustrativo un sentimiento bien simpático y bien complejo: el amor. Probablemente haya en el mundo tantos tipos de amor como vínculos afectivos existan. Sin embargo, las palabras que tenemos en nuestro idioma para intentar delinear este sentimiento son pocas. A grandes rasgos pareciera que hay solamente dos niveles de amor: uno más masivo, que se expresa con un “te quiero”, y uno más especial, más exclusivo, más intenso, que se expresa con un “te amo”. Fin. O lo uno, o lo otro.
Investigué un poco y descubrí que la Real Academia Española ofrece catorce definiciones para la palabra “amor”; diez para “querer” y solamente dos para “amar”. Intrigada, le pedí posteriormente a mi computadora que me dé sinónimos para estos tres términos. Muchos de ellos me resultaron dudosos; y, en cuanto a “amar”, el listado hizo agua particularmente: coquetear, cortejar, galantear, festejar, seducir, rondar, piropear, enamorar. Ocho palabras; ninguna equivalente al sentimiento en cuestión.
¡Caramba! ¿Será que acaso en el el plano de los sentimientos la mayoría de palabras sobran y no nos hemos dado cuenta? Poder escuchar, sin debatir; abrazar, acariciar, besar; entrelazar las manos; contener, consolar; hacer cosquillas; soplar; dejar que una lágrima se escape y ruede cuesta abajo, por la mejilla, seguida de muchas otras (si es necesario). Que útil seria poder sentarnos en silencio frente a los demás y desacorazarnos. Mirarnos a los ojos. Y dejar que los sentimientos fluyan y se escapen por algún rinconcito; que revoloteen por un instante en el aire y se posen, suavemente, directamente, sobre otro corazón. En total y absoluto silencio. En su estado más puro.
Foto: CC wallyg